Mariana era prima de Mateo y mantenía una relación muy cercana a Luciana.
Cuando vio a Valentina, mostró desprecio inmediato: —Valentina, Mateo no te quiere, ¿vienes a adular a mi abuela? ¡De los Figueroa solo ella te soporta! Solo mírate, eres una pueblerina que se aprovechó de la ausencia de su hermana para usurpar un lugar en la familia. No mereces a mi primo, divórciate de una vez.
Ella ya estaba acostumbrada, pues la familia y amigos de su esposo la despreciaban casi tanto como él. Decidió ignorarla y pasar directamente a la mansión.
Dolores, con su cabello plateado, la esperaba. Con entusiasmo tomó las manos de Valentina, apretándolas con cariño: —Querida, ¿por qué no has venido a visitar a la abuela en tanto tiempo? ¿Acaso, no me extrañas?
Ella era la única persona que le había mostrado algo de cariño dentro de la familia Figueroa. Dolores la adoraba y se lo decía cada que podía. Así que, sonrió y abrazó suavemente a esa mujer delicada: —Abuela, por supuesto que te extraño.
En realidad, durante esos años en estado vegetativo, su estuvo consciente. Sabía que una mujer lo acompañaba siempre, cuidándolo con delicadeza. Pensó que era Luciana, pero al abrir los ojos vio a Valentina.
Para entonces, Dolores les pidió que se quedaran a dormir y no pudieron negarse. Ya en la habitación, Valentina le daba la espalda, estaba escribiendo, mientras escuchaba un mensaje de voz de su amiga Camila: —Querida Valentina, si vas a divorciarte, deja de parecer una niñera. Sal ahora mismo, te he organizado una cita a ciegas.

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