Valentina apartó la mirada y movió leventemente la cabeza.
—Estoy bien.
Valentina sacó su teléfono y marcó el número de la mansión de los Figueroa.
Dolores, la abuela de Mateo, respondió.
—¡Valentina! Por fin te dignas a llamar a la abuela. ¡Te he extrañado tanto!
Ella levantó la vista hacia la silueta de aquella lujosa camioneta.
—Abuela, esta noche no tengo clases, puedo volver a la mansión y acompañarte a cenar.
—¡Excelente! Justamente Mateo también vendrá esta noche. Te estaré esperando.
—Bien.
Al colgar, miró a Daniela.
—Necesito ir a la mansión.
—De acuerdo, ve a cenar con Dolores.
Valentina la miró fijamente.
—No, voy a averiguar quién es realmente el patrocinador detrás de Aitana.
¿Qué?
Es confundió a Daniela.
...
La lujosa camioneta Rolls Royce circulaba suavemente por la carretera. Fernando conducía mientras Aitana iba sentada atrás, observando al hombre a su lado.
Mateo vestía un traje negro hecho a medida, con un pañuelo doblado en el bolsillo. Acababa de salir de una reunión de alto nivel y su presencia de ejecutivo se mezclaba con las luces de neón de la ciudad que se filtraban hacia el interior, justo como cuando lo vio por primera vez, en aquel encuentro fugaz pero impactante.
Mateo revisaba unos documentos, ignorándola por completo.
Aitana lo miraba con adoración.
—Señor Figueroa, hoy me caí del arnés de seguridad, pero no fue nada grave. No tenía que venir a verme personalmente.
Mateo ni siquiera levantó la mirada, con voz indiferente preguntó:
—¿Valentina fue al hospital a verte?
Un escalofrío paso por su cuerpo.
Mateo cerró el documento con un golpe seco. Sus ojos fríos y profundos finalmente se posaron en ella.
—No digas cosas imprudentes frente a Valentina, ¿entiendes lo que quiero decir?

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