—Estoy consciente de eso —respondió Lin Xinyan, pues lo imaginó desde el primer momento en que Bai Yinning le llevó la seda de té y sintió curiosidad de saber cuáles eran sus planes—. Él me salvó por este brazalete de jade, ¿crees que tenga algo que ver con Yuxiu?
Ella miró a Zong Jinghao. Sabía que esa mujer no le agradaba y que ni siquiera quería escuchar que alguien mencionara su nombre; no obstante, considerando el hecho de que el maestro había visto su brazalete de jade de manera tan discreta, Lin Xinyan tenía el presentimiento de que tanto el maestro de la seda de té como Bai Yinning estaban relacionados con Yuxiu.
—¿De dónde proviene este brazalete? —preguntó ella.
Zong Jinghao no lo sabía. Como hombre, él nunca había tenido la necesidad de ese tipo de cosas y su familia tampoco le había hablado del hecho de que tenían un brazalete de jade como reliquia familiar.
—Entonces, ¿quieres quedarte para averiguar esto? —preguntó Zong Jinghao, aunque la respuesta era obvia. «Esta maldita mujer…» Cerró los ojos y se obligó a tranquilizarse—. Ni siquiera sabes por qué quiere que te quedes. ¿Has pensado en lo que nos pasaría a mí o a los niños si algo te pasa a ti?
Aquella era una negligencia de su parte, pero la curiosidad por averiguar quién era Yuxiu era mayor que la culpa; además, Lin Xinyan no la consideraba como una villana.
—De cualquier modo, tú me protegerás —dijo ella, abrazándolo del brazo y presionando su cuerpo contra el de él.
Su repentina muestra de afecto hizo que Zong Jinghao se quedara paralizado por un momento antes de recuperar los sentidos. Lo había derrotado. Esa mujer no estaba ni cerca de ser sumisa, lo cual hacía que fuera difícil controlarla; no podía regañarla ni golpearla, así que no tenía más opción que seguirle el juego y entonces le devolvió el abrazo.
—¿Qué voy a hacer contigo?
Lin Xinyan recargó la cabeza sobre la clavícula del hombre y miró al horizonte. La razón por la cual ella quería averiguar más acerca de Yuxiu también era por Zong Jinghao. Pensó que si no fuera el padre de sus hijos, ella no se habría metido en ese desastre. Entonces, se acercó a él y rodeó su esbelta cintura con sus brazos.
—Yo me protegeré a mí misma.
Zong Jinghao le colocó una mano en la cabeza y le dio un cálido beso en la frente.
—Te esperaré.
Ella asintió. No quería dejar a sus hijos por demasiado tiempo.
Zong Jinghao y Shen Peichuan decidieron quedarse allí junto con sus hombres, así que Su Zhan y Qin Ya regresaron al hotel a empacar sus cosas. El anciano se instaló en una casa de madera que estaba en el patio trasero, dejando la parte de adelante de la casa libre para que todo el grupo se pudiera quedar allí. Sin embargo, ninguno de ellos tenía permitido ir al patio de atrás y ni siquiera Lin Xinyan podría salir de allí hasta haber dominado el arte de tejer la seda de té.
Aquello era como las clases particulares extremas de antaño, pero reencarnadas en un escenario moderno. El patio formaba parte de la casa, pero tenía instalado todo tipo de tecnología de vanguardia, todo estaba limpio y acomodado de manera ordenada. Era bastante obvio que ese espacio se usaba y se limpiaba con frecuencia.
El anciano le entregó un cuaderno a Lin Xinyan.
—Puedes mirar estas notas, yo las hice. Por cierto, ¿alguna vez te has topado con este tipo de objetos? —preguntó él, haciendo un ademán hacia la maquinaria.
—Nunca antes he trabajado con este tipo de maquinaria de tejido, pero he visto muchos tipos de tela y conozco bien sus características —respondió Lin Xinyan con honestidad.
El anciano, quien parecía estar satisfecho con su respuesta, asintió. No obstante, su humor comenzó a desplomarse desde el momento en el que miró la maquinaria que estaba en la habitación.
—Es posible que estas máquinas ya no vean más la luz del día…
—¿Por qué dice eso, maestro? —preguntó Lin Xinyan, curiosa por saber cuál era la razón por la cual el tejido de seda de té también se estaba se estaba extinguiendo—. ¿Por qué no se va de aquí…?
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