Narra Amelia.
Más tarde aquella noche…
La mano de Daniel se bloqueó alrededor de mi muslo, impidiendome que me moviera ya que estaba agitando el pie, estaba un poco nerviosa e incomoda. La gente nos veía, seguramente pensando cosas desagradable por nuestra notable diferencia de edad. Lentamente aflojó su agarre y sus dedos comenzaron a acariciarme.
—¿Quieres que nos vayamos?— su voz fue suave y atrajo mis ojos hacia él.
—No, el lugar es muy bello—respondí tratando de sonar segura.
—Podemos probar uno de los otros restaurantes mañana por la noche si quieres, uno mas privado o quedarnos en la casa— dijo, luego tomó mi barbilla en su mano, tirando de mí para mirarlo, su pulgar suavemente recorrió mi mandíbula. Sonreí ante sus palabras y asentí. Volvimos a mirar el menú, el camarero llegó a la mesa, le dimos nuestros pedido. Cuando sentía su mirada sobre mí.
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