Vladímir, bebía de su vaso de Whiskey, mientras observaba todo a su alrededor, la noche en el club Volkov estaba resultando bastante tranquila. A su lado, Ivanna y Katerina conversaban animadamente de sus planes para aquella noche, aunque para ser muy sinceros, Él no deseaba acostarse con nadie, Violeta lo había dejado bastante satisfecho, y era con ella con quién quería volver. Las horas a su lado se habían convertido en la mejor parte del día, buen sexo, Violeta era magnífica y nunca se cansaba de ella.
Escucho risas, giró su rostro para encontrarse con que las mujeres estaban compartiendo un tierno beso, sonrió.
—Parecen muy. . . cariñosas hoy— dijo burlón.
—Queremos acción — dijo Katerina sonriendo.
—¿Vamos a una habitación, cariño?— preguntó Ivanna sonriendo.
—Hoy no, al menos no yo— se encogió de hombros— no me siento muy bien, de salud me refiero, tengo una migraña terrible— mintió.
—¿Quieres decir que no. . . ?
—No, no— la cortó — no sería justo para ustedes, pueden divertirse, vayan y encuentren compañía, asegúrense de que tengan los documentos en regla y pasen un buen rato, yo estaré aquí bebiendo algunas copas mientras ustedes se divierten.
—Gracias, cariño— Ivanna se acercó a él y le dejó un ardiente beso en los labios, y luego Katerina le dió un pequeño beso, más inocente, a penas un roce de sus labios. Les sonrió y las vio marcharse.
Habían pasado quizás unos cuarenta minutos cuándo sucedió lo que creía que no ocurriría. Entró al club un muy serio Mikhail, realmente la ausencia de su amada le estaba afectando, y mucho, parecía serio, amargado, su boca una línea recta, inflexible, estaba un poco más delgado, era evidente que había perdido peso, además unas leves sombras bajo sus ojos indicaban que poco estaba durmiendo.
Vladímir sintió satisfacción. Si tan solo el imbécil de Mikhail Volkov, supiera que él tenía a su hermosa flor. Le daba placer saber que él le estaba ocasionando tanta angustia, siempre le había caído muy bien, y le parecía un hombre bastante agradable, hasta que conoció a Violeta, hasta aquel momento no había tenido ningún problema en compartir mujeres, participar e interacciones grupales y pasar buenos ratos, pero no, desde que conoció a Violeta se volvió. . . egoísta por decirlo de algún modo. Violeta era una diosa de mujer, una delicia, ¿cómo pretendía quedarse la únicamente para él?, un placer así debía ser compartido. Sonrió recordando la smuchas veces en las que llegó a despreciarlo y asegurar que no estaban interesados en interactuar, o como aquella vez, en la que se fueron a una habitación con otra pareja, dejandolos a Ivanna y a él frustrado y deseosos, pero sobretodo humillados por el evidente rechazo. Ahora él quién disfrutaba de la hermosa flor.
Siendo un poco sádico quiso regodearse de la miseria del hombre, así que se puso en pie y caminó hasta llegar a dónde estaba Mikhail, quién al verlo frunció el ceño.
—Vladimir Novikov — le dijo en forma de saludo.
—Mikhail Volkov, que gusto verte. Tenía mucho que no coincidíamos.
—Yo. . . he estado atendiendo algunos asuntos. . . de importancia por eso no he podido frecuentar el club tanto como quisiera.
—Una verdadera pena, sabes que siempre te extrañamos por aquí — sonrió.
—Si. . . ¿Dónde está Ivanna?— preguntó con amabilidad.
—Oh, por allí con Katerina, en busca de acción.
—¿Sin ti?— preguntó serio.
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