Esposa Pecadora romance Capítulo 1387

Felipe no podía creer lo que estaba viendo, pero el rostro que había aparecido ante sus ojos llorosos era tan real.

"Cathy, Cathy".

Se murmuró para sí mismo. Luego levantó la mano y se limpió con fuerza las lágrimas de sus ojos.

La figura que le resultaba familiar giró y caminó hacia el otro lado.

Felipe se apresuró a seguirle el ritmo, pero era la hora pico de la gente saliendo del trabajo. Aunque quisiera pasar el semáforo en rojo hacia el lado contrario, no tendría esa oportunidad.

"¡Cathy, Cathy!".

Felipe gritó a la espalda de la joven, pero desde una gran distancia, la mujer avanzó mientras se ocupaba de sus asuntos. Era como si no hubiera escuchado los gritos de Felipe. También era como si no le sonara el nombre de Cathy.

Felipe no pudo encontrar la oportunidad de correr hacia el lado opuesto, así que solo pudo avanzar por esta calle y alcanzar a la mujer. Pronto, la mujer dobló la esquina al final de la calle.

"¡Cathy!".

Felipe no podía aceptar que ya no podía ver su figura. Por lo tanto, él ignoró el tráfico y se apresuró a cruzar la calle.

Muchos conductores bajaron sus ventanas y asomaron sus cabezas para gritarle a Felipe: "¿Quieres morir? ¡Mereces morir por saltar así a la calle!".

Felipe no estaba de humor para preocuparse por esa gente. Además, él sabía que la culpa era suya, pero no tenía otra opción.

Él tenía miedo de que la persona en la que pensaba día y noche volviera a desaparecer de sus ojos.

El miedo lo invadió.

Sin embargo, cuando Felipe corrió hacia la esquina, se dio cuenta de que la sombra de un momento atrás había desaparecido.

"¡Cathy! ¡Cathy!", gritó Felipe y chilló con una expresión aturdida, pero solo había peatones que lo miraban confundidos. La figura conocida no volvió a aparecer.

"Cathy...".

Felipe bajó sus ojos apagados como si todo su corazón hubiera quedado vacío.

'¿Será que lo que vi hace un momento fue solo una ilusión porque te estoy extrañando mucho?'.

'Sí'.

"Mami, papi ha dicho que pronto cenaremos, así que tenemos que ir rápido a casa", dijo el pequeño de forma infantil. Aunque era un poco inarticulado, él quería expresarse.

La mujer miró al niño en brazos y levantó las cejas mientras mostraba una sonrisa torcida. "Vamos a casa ahora. No hagamos esperar demasiado a tu papi y a tu hermana".

"¡Sí!". El pequeño asintió y sonrió. Luego se acurrucó en los brazos de la mujer.

Esos ojos grandes, limpios y llenos miraron a su alrededor con rapidez. De repente, a él le pareció ver una figura conocida.

"Mami, es ese tío".

Él señaló a Felipe, quien estaba de pie al lado de la calle cercana con aspecto distraído.

"Es ese tío otra vez".

"¿Qué tío?". La mujer se detuvo y miró curiosamente en la dirección que señalaba su hijo.

Bajo la luz del sol poniente, el cuerpo alargado y apuesto del hombre apareció a su vista con frialdad y desolación.