Madeline abrió la gran puerta de vidrio y una brisa helada la golpeó, agitando su larga cabellera.
Miró hacia el océano interminable y el sol dorado, que brillaba justo en la superficie. Al pasar el viento, se formaron olas en el océano. Las ramas de las palmeras de al lado, empezaron a ondear, también.
‘Qué paisaje tan bonito’.
‘¿Pero, en dónde estoy?’.
Madeline se puso a pensar, tratando de recordar si había estado en ese lugar antes, pero no se le ocurrió nada.
Entonces, Jeremy volvió.
Llevaba en la mano un bol de fideos de marisco y un vaso de agua caliente. Su impresionante rostro seguía luciendo una sonrisa.
Al ver que Madeline no se movía en absoluto en el balcón, dijo: "Come algo, Linnie".
Madeline permaneció inmóvil, hasta que ladeó la cabeza y su expresión se tornó cortante.
"¿Qué estás planeando, Jeremy? ¿Quieres encerrarme aquí y torturarme hasta la muerte?".
Antes, Jeremy nunca se había dado cuenta de lo desgarrador que era que un ser querido lo mirara, con una expresión tan desconfiada. En ese momento, por fin lo experimentó, en carne propia.
"No te haré daño. Solo quiero estar contigo. No quiero que te vayas". Expresó sus sentimientos, con un tono suave y una sonrisa.
"Ven a comer algo. Debes tener hambre, después de haber dormido todo el día. Aunque me odies, por favor, come, después puedes seguir odiándome".
Colocó el plato de fideos y el vaso de agua en la mesa, junto a la puerta que llevaba al balcón.
Madeline miro la comida con desprecio. Luego, levantó la mano y lo tiró todo al suelo.
La cerámica se rompió en pedazos y Jeremy sintió que algo en él también se rompió.
"Nunca comeré una comida preparada por ti, Jeremy. No quiero verte. ¿No has dicho que me quieres? Entonces, por favor, escucha con atención. No te quiero, ¡ni siquiera lo más mínimo!".
Jeremy sintió que le dolía el corazón.
Ese comentario le resultó bastante familiar. Después de pensarlo, un poco, recordó que, cuando obligó a Madeline a firmar los documentos de divorcio, le había dicho comentarios similares.
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