Jana ni siquiera tenía palabras para explicarlo. Cada momento parecía infinito, cada tono en la voz de Kris resonaba en sus oídos y en el resto de su cuerpo como si fuera una cuerda tensa de violín. El placer la recorría de formas indescriptibles, y sentir su aliento desesperado después de cada beso la llevaba a un éxtasis mayor que el que hasta ese momento había conocido.
Todo su cuerpo se contrajo en agudos espasmos mientras mordía los labios del hombre frente a ella y lo sentía suspirar cuando se liberaba.
Los dientes de Kris chocaron unos contra otros intentando disminuir aquel placer, pero era imposible, porque en el último segundo bastó con que viera sus ojos para que aquella se convirtiera en la experiencia más absurdamente delicioso de su vida.
Lo último que hizo fue abrazarla, besarla y abrazarla tan fuerte que en cierto punto soltó un gruñido que no era de placer.
Jana acarició despacio el cabello de su nuca y sus dedos bajaron hasta esa herida que se había hecho por ella.
—¿Te lastimaste? —preguntó con preocupación y él negó.
—Nada que tenga que ver contigo puede lastimarme jamás.
Le dio un beso suave en la mejilla y lo siguiente que hizo fue arrastrarla hacia un lecho un poco más hondo del arroyo. Y la acarició despacio mientras el agua corría sobre ella.
—¿Tú estás bien? ¿No te hice daño? —le preguntó con un puchero y Jana le torció los ojos.
—Voy a poder caminar mañana, si eso es lo que quieres preguntar. Tampoco eres la bestia que te crees que eres.
Kris hizo un gesto de sorpresa muy gracioso, y negó dramáticamente.
—¡Jamás en la vida se habían quejado de que hago un mal trabajo, pero esto definitivamente fue un pésimo trabajo! —aseguró abrazándola—. Así que ven acá que te lo voy a hacer de nuevo.
Jana se echó a reír cruzando los brazos detrás de su cuello y volvieron a besarse.
Sin embargo, había dejado de ser aquel beso simple y lujurioso que solo quería descargar el exceso de adrenalina. Kris lo supo demasiado tarde, específicamente en el mismo momento en el que volvieron a ocultarse debajo de aquella sábana parapetada, y la escuchó suspirar acurrucada contra su costado.
Cerró los ojos intentando no pensar en lo que acababa de sentir, porque lo que acababa de pasar había sido demasiado fuerte para los dos.
La abrazó con posesividad y dejó que la noche pasara sobre ellos. Al día siguiente, ninguno de los dos dijo nada sobre aquel desenfrenado momento de pasión en el arroyo. Solo se tomaron de las manos y siguieron aquel penoso camino, intentando llegar a un lugar mejor.
Apenas escuchaban algún ruido o creían que podían toparse con alguien, se apresuraban a esconderse. Varias veces pasó gente con caballos por su lado, pero se aseguraron de que nadie los viera. La tarde fue agotadora y desgastante, pero para el final de ella solo estaban a pocos kilómetros del paso montañoso.
De repente, un ruido hizo que Kris se quedara inmóvil, atento, y luego sacó su pistola, haciendo que Jana se ocultara detrás de la piedra más cercana. Quería tener un buen ángulo para poder disparar de ser necesario. Pero cuando los cascos y las voces de los viajeros se acercaron un poco más, el reconocimiento enseguida los hizo reaccionar a los dos.
Kris salió al camino apresurado para ver a dos de sus hombres a caballo.
—¡Gracias a Dios que están bien! —exclamó uno de ellos bajándose del animal y abrazando a Kris—. Debieron llegar desde anoche, estábamos preocupados.
—Lo sé, pero perdimos los caballos antes de ayer —replicó Kris con un suspiro de alivio—. Hicimos a pie todo el camino desde entonces.
—¿El resto de los hombres logró llegar al paso? —preguntó Jana preocupada y recibió por toda respuesta una afirmación.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD