—¡Eh, despierta! —Lo único que Ivonne sentía era la respiración agitada de Jonathan, que la incomodaba, pero justo cuando se sentía indefensa, sonó el teléfono del hombre.
Estaba en uno de sus bolsillos, entonces Ivonne estiró la mano en respuesta, rastreando la fuente de vibración hasta que llegó al fondo.
—¿Qué estás haciendo? —La voz grave y profunda de Jonathan sonó en sus oídos.
«¿Crees que quiero hacer eso? No es que seas en verdad tentador». La calidez que emanaba del hombre hizo que Ivonne se sonrojara tanto que su cara parecía roja como un tomate, sin embargo, la llamada era su única salida, por lo tanto, no podía molestarse por ello, además, nunca había visto a un hombre desnudo.
Por fortuna, al final consiguió encontrar el teléfono.
—Jonny, sobre lo de mañana... —Una voz de hombre llegó desde el otro extremo de la línea.
—Jonathan fue drogado. ¿Podrías venir a esta dirección a buscarlo? Por favor, trae a un médico contigo. —Como se le presentaba una oportunidad, Ivonne se agarró a ella y pidió ayuda sin pensarlo.
Al otro lado de la línea, Homero fue tomado por sorpresa, tanto que tardó un rato en volver en sí. Cuando se dio cuenta, respondió.
—¿Habla Ivonne? —Él, por su parte, había escuchado hablar de cómo Jonathan se llevaba de forma habitual con una dama.
Homero creía que era sólo un rumor, pero la voz que acababa de escuchar era sin duda la de una dama. «¿Una señora contestando al teléfono de Jonathan a estas horas? Es imposible que lograra acercarse tanto a él si no tienen una relación».
—Espera. ¿Qué dijiste? ¿Acabas de decir que Jonny está drogado?
—Sí. Está ardiendo de calor ahora mismo. Trae a un médico lo antes posible. —El peso de él la hizo jadear por aire.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Felicidad efímera