Homero entró en la habitación, encontrando la ropa de Jonathan por todo el suelo, la escena desordenada sugería que estaba muy inquieto y ansioso en ese momento a tal punto que, incluso Homero se preguntaba si él había tomado la droga a propósito, después de todo, la frecuencia con que se drogaba se había disparado en los últimos tiempos.
Aunque Ximena no destacaba en particular por su aspecto, a Homero le seguía pareciendo que Jonathan estaba muy enamorado.
—No te preocupes. El estado de Jonny es bastante grave, así que tengo que llevarlo al hospital para un chequeo completo. —Homero decidió exagerar la situación, ya que no podía saber si todo aquello era intencionado o no.
—Por favor, date prisa. Llévatelo. —Viendo la angustia escrita en su rostro, Homero supuso que Ximena estaba en efecto enamorada de Jonathan.
Ya estaba amanecido cuando Homero llegó al lugar, después de unos minutos también llegó la ambulancia, ya el cielo se había iluminado por completo.
Homero miró a Ximena y le dijo:
—Creo que deberías venir conmigo, es probable que seas la primera persona a la que quiera ver en cuanto despierte.
—Pero... primero tengo que asearme —replicó Ximena con torpeza.
Homero no insistió más tras recibir su respuesta, al fin y al cabo, era su mejor amigo quien se forzaba sobre la dama precipitado, entonces con la ayuda de otros hombres, cargaron a Jonathan y se marcharon, dejando a Ximena en la habitación, llena de un odio hirviente.
«Si no hubiera llegado a tiempo, Homero se habría topado con Ivonne, estuve a muy poco de ver todo el esfuerzo que vertí en ruinas con la tal, Ivonne Garduño». Las manos de Ximena se cerraron en puños.
Mientras tanto, en el hospital, por fin lograron bajarle la fiebre por ahí de la medianoche, lo que había pasado esa noche tenía a Ivonne por completo agotada, a veces se tocaba las rodillas, dándose cuenta de que volvían a sangrar, lo que parecía que se había vuelto a hacer daño al golpearse con algo sin darse cuenta, por lo tanto atendió sus heridas a la brevedad puesto que se encontraba incapaz de conciliar el sueño, así que, después se desplomó en el sofá, tomó su portátil y empezó a navegar por una página web.
Al estar explorando, no tardó en encontrar la conversación grabada entre el conductor y el culpable.
—Véndela en otro sitio. Cuanto más lejos, mejor. Te pagaré una generosa cantidad cuando termines tu misión e incluso puedo enviar a tu hija a estudiar al extranjero.
—¿La odias?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Felicidad efímera