Federico hizo una pausa intencionada, observando con atención la reacción de Esperanza.
El corazón de Esperanza comenzó a latir más rápido. A pesar de la furia que hervía en su interior, forzó una sonrisa leve y mantuvo la voz serena.
—¿Ah, sí? Un viejo amigo de usted, señor Ibañez, debe ser alguien muy especial. Pero, bueno, cada quien sigue su propio camino, ¿no? Lo que pasó… pues que se quede en el pasado.
Aunque su voz no temblaba, los dedos de Esperanza se movían apenas, delatando el torbellino de emociones que luchaba por ocultar.
—Señorita Díaz, ¿de verdad nunca ha escuchado el nombre de Oriana? Es que no puedo evitar sentir que usted y ella tienen algo en común. No solo es el parecido… es algo más.
Federico dejó el cuchillo y el tenedor sobre la mesa. Su mirada se clavó en Esperanza, como si buscara descubrir algún secreto escondido en su reacción.
El pecho de Esperanza se apretó, pero en su rostro no se reflejó el menor asomo de inquietud. Dejó la copa de vino sobre la mesa con elegancia y, con una sonrisa, replicó:
—Señor Ibañez, en este mundo hay muchísimas personas que se parecen. ¿A poco con eso basta para decir que yo tengo algo que ver con alguien a quien ni conozco?
Su voz sonaba fresca y un poco juguetona, aunque sus ojos no se apartaban de los de Federico, firmes, desafiantes.
Federico arrugó la frente, terco en su empeño.
—Pero es que, mire… incluso en la manera en que se mueve, en sus opiniones… son idénticas.
Por dentro, Esperanza se burló, aunque en su rostro solo apareció una mueca resignada.
—Señor Ibañez, por lo visto usted no puede olvidar tan fácil a esa señorita Ramos. Pero, la verdad, siempre habrá personas parecidas en el mundo. Eso no significa nada. Si usted sigue dándole vueltas a este tema, me temo que esta comida se va a volver bastante desagradable.
Con un leve giro de cabeza, sus ojos brillaron con una chispa burlona apenas perceptible.
Sacó el celular, y con manos temblorosas marcó el número de uno de sus empleados de confianza.
[Oye, quiero que averigües todo lo que puedas sobre esa mujer. Se llama Esperanza. Quiero tener toda su información lo antes posible: su familia, su pasado, y cuál es la verdadera relación que tiene con Federico. No escatimes en nada.]
Su voz, apenas un susurro, transmitía una determinación feroz y un coraje inquebrantable.
Colgó y siguió observando a Esperanza como un depredador que acecha a su presa.
...
En la mesa, Federico se inclinó hacia adelante, diciendo algo con seriedad. Esperanza lo miró con atención, asintiendo despacio, como si cada palabra tuviera un peso especial.
A ojos de Marisol, esa escena tan cotidiana era como una daga que le atravesaba el pecho.

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