Acercándose más hacia mí, el hombre me susurró al oído con sensualidad mientras que sus delgados dedos trazaban el contorno de mi cara para luego dirigirse hacia abajo, haciendo que mi piel se calentara cada vez más. Sabía que en cualquier momento podía caer ante sus grandes habilidades tentadoras, pero con la sensibilidad que me quedaba, lo empujé para un lado.
—Voy… voy a tomar una ducha ahora.
Mi corazón golpeó con frenesí mientras me metía al baño con prisa, estaba frustrada y me maldije por ser tan flexible en esta relación, ese hombre siempre podía suscitarme sin esfuerzo alguno. Me quité la ropa y me puse bajo la regadera, dejé que el agua caliente cayera por mi cuerpo, mientras que los pensamientos de lo que iba a pasar me ponían nerviosa, pero al mismo tiempo me emocionaba. Media hora después cerré la válvula, solo para darme cuenta de que no me había llevado mi pijama cuando entré al baño con prisa hace rato, y siendo que Miguel se envolvió en una toalla, solo quedaba una en todo el baño. Me sentí atascada y sin poder hacer algo al respecto, estaba yendo de aquí para allá con nerviosismo, y aunque él ya vio cada pulgada de mi cuerpo, no me podía permitir andar por ahí desnuda y sin pudor.
—Andrea, ¿ya terminaste de ducharte? —dijo Miguel con su voz impaciente desde afuera del baño cuando aún seguía en el dilema de sí pedirle ayuda para que me traiga mi pijama o no.
—Sí, ya acabé, pero olvidé mi pijama. ¿Me la puedes traer? —dije, ya que el hombre había hablado, preferí pedir su ayuda en lugar de estar dudando, solo que no hubo respuesta de afuera, por lo que la ansiedad creció en mi corazón.
«Debió haber ido por mi pijama, me pregunto si podrá encontrarla».
Aún estaba absorta en mis pensamientos cuando la puerta del baño se abrió de golpe y la cara de Miguel apareció de la nada. Mis ojos se abrieron de par en par y me quedé estupefacta, unos segundos después, reaccioné y grité cubriéndome con ambas manos.
—¿Por qué gritas? ¿Qué parte de tu cuerpo no he visto? —dijo con la voz irritada y sus cejas fruncidas.
«¡Bien! ¡Qué haga lo que quiera! ¡Qué pervertido! ¡Y pensar que este muchacho en realidad quiere hacerlo en el baño!»
—Miguel, ¿por qué no te puedes comportar como una persona normal? Estamos en el baño ahora mismo. ¿Cómo quieres hacerlo? —dije con cautela, mientras fijé los ojos en Miguel, se me hacía difícil aceptar su idea.
—Te mostraré.
Mientras tanto, el hombre se acercó a mí, dándome un abrazo mientras que sus manos deambulaban con libertad por todo mi cuerpo. En la postura que adopté antes, me sentía extraña, pero sin duda alguna, mis sentidos estaban más elevados de lo usual. No era tan cómodo en el baño como lo es en la cama, pero para un hombre que persigue un gran placer, mantener una sola postura no lo satisfacía. Después de lo que parecieron décadas, mis piernas se entumecieron mientras él seguía empujando hacia enfrente, en ese momento, deseé colapsar y caer muerta en el piso. Quizás Miguel pudo darse cuenta de que me estaba quedando sin energía, por lo que no se quedó en el baño, más bien, apagó las luces y dio pasos largos para salir de ahí conmigo en brazos. Mientras me ponía con gentileza en la enorme cama de la habitación, el hombre recargó su cuerpo contra el mío, y por alrededor de una media hora, por fin estuvo satisfecho y después de tanta actividad vigorosa, Miguel también se sintió agotado, sin importar que tan grande era su resistencia.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Haciéndolo mío