Aeropuerto Internacional de Donghai
—¡Apresúrense!
-¡Más rápido!
Una docena de hombres de traje negro salieron corriendo, cada uno con una expresión de extrema seriedad, como si se enfrentaran a un enemigo formidable. Los pasajeros les abrían paso rápidamente sin saber qué podía haber causado tal conmoción.
El líder frunció el ceño y se fue de repente, como si algo acabara de ocurrírsele. Pronto, llegaron a la acera afuera del aeropuerto. Jiang Ning estaba en una banca, echando lentamente el humo de su cigarro por la boca. Parado a unos cinco pasos detrás de él, el líder se dirigió respetuosamente a Jiang Ning:
-El amo espera que vuelvas. Te extraña mucho.
A los ojos de otras personas, el líder era imponente y nadie se atrevía a enfrentarlo. Pero frente a este joven, se sentía tan pequeño.
—¿Que me extraña? —Jiang Ning se volteó y una sonrisa de superioridad se dibujó en su rostro-. ¿Extraña mi influencia o mi dinero?
Si alguien más le hubiera dicho algo así, el líder lo hubiera despreciado. ¿Cómo es que la rica y poderosa familia Jiang de la ciudad de Jingdu podría desear el poder y el dinero de alguien más?
Pero el hombre que estaba frente a él era diferente. ¡Era el único heredero de la familia Jiang! Lo que impactaba aún más al líder era que le llamaban el Dios de la Guerra del Este, con sus enormes habilidades y su riqueza impresionante.
-Hace quince años, cuando me echó de la familia y se casó con esa arpía, Jiang Ning había muerto.
Jiang Ning exhaló la última bocanada de humo.
-Ahora, Jiang Ning no tiene nada que ver con esa familia Jiang de Jingdu. -Se paró para irse-. No vuelvas a mandar gente tras de mí o mataré a cada uno de los que vengan.
Su horrorosa aura asesina envolvió de inmediato al líder.
Sólo pudo dejar de apretar los puños una vez que Jiang Ning desapareció a lo lejos. Tenía la espalda empapada de sudor. De verdad se ponía nervioso frente a Jiang Ning.
Había un auto listo en el estacionamiento del aeropuerto.
Jiang Ning se metió de un salto e hizo una llamada.
-¿Ya arreglaste todo, Fei?
Una voz le respondió desde el otro lado:
-Dame la dirección.
Jiang Ning colgó al momento. En la mano sujetaba una envoltura de dulce arrugada y su memoria viajó quince años atrás.
Tenía quince, lo habían echado de la casa de los Jiang y vagaba por las calles. Tenía frío y hambre cuando una niña vestida humildemente le dio su único dulce. Después de eso, una persona misteriosa se lo llevó. Cuando reapareció, el mundo tembló. Tres años después, le dieron el mote de Dios de la Guerra del Este. ¡Apenas tenía dieciocho años!
Ahora, habían pasado otros doce. Tenía el poder de un dios y podía asombrar al mundo, pero Jiang Ning había elegido volver de manera discreta. Nunca olvidaría a esa niñita. No podía olvidar esos ojos puros, ni ese rostro amable.
Jiang Ning guardó la envoltura y respiró hondo. Si alguien que lo conociera viera esto, se asombraría. ¿También el gran Dios de la Guerra podía sentirse nervioso?
—He vuelto.
El auto salió del estacionamiento a toda velocidad.
Mientras tanto, en el Hotel Wanshun en Donghai. Todo estaba muy animado. La famosa familia Lin de Donghai estaba recibiendo solicitudes para encontrar al mejor hombre para casarse con la nieta, Lin Yuzhen, y esto atraía
mucha atención.
Lin Yuzhen estaba sentada en uno de los salones de espectáculos, con sus blancos puñitos apretados, los ojos enrojecidos y sintiéndose completamente amedrentada. Su madre, Lin Sumei, estaba parada a su lado con el rostro aún más rojo de ira.
-¡Lin Wen, es obvio que no traman nada bueno! Si aún tienes las agallas, ve y rechaza a tu padre. ¿0 sea que vas a quedarte a verlos destruir la felicidad de tu hija? -gritó ella.
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