La segunda frase de Jiang Ning hizo que al gobernador le diera vueltas la cabeza.
-Si así es como va a ser, cerraré la compañía y la llevaré a otro lado.
La tercera frase fue como un rayo y el gobernador Zhang sintió las piernas débiles.
-¡Estaré ahí en un minuto! -respondió con rapidez.
Después de colgar, Jiang Ning siguió haciendo té como si no hubiera pasado nada.
En ese momento, en el último piso de la sede de la compañía. Todos en la oficina levantaron la mirada. Nadie esperaba que alguien llegara de repente a hiciera una inspección.
-Todo el papeleo y otros documentos están aquí. ¿Hay algo que falte?
El encargado del departamento de administración no se veía muy amistoso. Habían llevado a cabo todos los procedimientos necesarios, pero alguien en verdad había ido a darles problemas.
-¿Todo? -Wu Ping echó una mirada y bufó-. ¿Qué no sabe que tienen que obtener un nuevo permiso de negocios? Si no lo cambian a tiempo, tendrán que asumir la responsabilidad.
El encargado de administración no era nuevo, así que contuvo su enojo y preguntó:
—¿Cuál responsabilidad?
-¡Una que no podrán solventar!
Wu Ping no esperaba que el personal del Grupo Lin fuera tan desafiante. La mayoría se habría vuelto humilde y hubiera empezado a hablar con amabilidad. Habrían dicho que se encargarían de eso y hasta los habrían invitado a él y a sus hombres a tomar té en una sala de juntas para hablar. Pero el tipo que tenía en frente parecía no entender nada.
—¿O acaso quiere que venga aquí todos los días?
Había algo oculto entre esas palabras. La cara del encargado cambió por completo. Claro que sabía de qué hablaba Wu Ping. Estaban ahí para causar problemas.
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