Era una oportunidad única de presenciar una cirugía realizada por el doctor John. La expresión del director no cambió.
-Sigue lo que habíamos acordado.
Este tipo de oportunidad probablemente sólo llegaría una vez en toda su carrera, así que tenía que tomarla y asegurarse de que su nombre pasara gloriosamente a la historia del hospital.
El doctor John estaba en el podio hablando sobre su experiencia. Mientras tanto, el subdirector ya había salido. Lin Feng había estado esperando un largo rato en su oficina.
-Director, por fin está aquí. -Lin Feng fue muy astuto al quitarle el «sub» a la palabra-, ¿Cómo va todo? ¿Ya puede confirmar al candidato?
-Eso está bajo mi cargo, así que le dejaré que esté hasta al frente y es prácticamente suyo. —El subdirector
continuó con calma—: Después de todo, quien tomará la decisión final es el doctor John y yo sólo puedo darle sugerencias.
De inmediato Lin Feng se emocionó al oír eso. En tales circunstancias, la mayor parte de la gente seguiría al anfitrión. Ya que el subdirector era quien haría las sugerencias, era probable que el famoso doctor le hiciera caso por cortesía. A fin de cuentas, para el doctor no había diferencia entre quién fuera a la cirugía.
-Director, aquí tiene una muestra de mi aprecio. Espero que pueda aceptarla. -En ese momento Lin Feng sacó una caja de té. -Es la cantidad que acordamos la vez pasada.
Sin embargo, el subdirector no la tomó. Echó una mirada a la puerta para asegurarse de que estuviera cerrada, luego esbozó una amplia sonrisa.
-Seré honesto con usted, joven amo Lin. La gente que ha venido a buscarme estos días me ha estado volviendo loco. Cuando acababa de llegar esta mañana, el gerente general de Guangrong Logistics ya estaba aquí parado esperándome con dos cajas del mismo té. ¿No le parece eso ponerme en un aprieto?
Lin Feng se veía un tanto incómodo. Maldijo por dentro al doctor por ser un viejo codicioso, pero rápidamente volvió a poner una sonrisa en el rostro.
—Yo fui el descortés —dijo, y sonrió—. Esto sólo es un saludo. —¡Un saludo de un millón de dólares!—. Cuando todo esté arreglado, enviaré otras dos cajas de té.
El subdirector siguió sin tomarla. Ni siquiera dijo nada. Sólo miró el reloj y se veía algo impaciente. Cuando se trataba de cosas como esta, hasta que estuviera hecho, nadie tomaba ningún pago.
«Ese cabrón», maldijo Lin Feng por dentro. Sacó de su bolsillo una chequera y escribió una cantidad con rapidez.
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