¡Riiiiüng!
El teléfono sonó en ese momento. Jiang Ning maldijo por dentro.
-Yo... primero contestaré. -Lin Yuzhen se paró del susto y su rostro estaba rojo.
Se había dicho que ya no podía quedarse con Jiang Ning en la oficina. Era demasiado arriesgado. Incluso... había sentido la expectación.
Caminó rápido al escritorio y levantó el teléfono. Era Su Mei.
-¿Van a dar de alta a papá? Bien, ¡remos a casa en un rato. -Después de colgar, Lin Yuzhen le dijo a Jiang Ning-:-Van a dar de alta a papá así que mamá quiere que vayamos temprano a casa hoy. Va a preparar unos platillos para celebrar.
Él se estiró con pereza.
-Por fin voy a comer lo que cocina mamá. Extraño mis costillas de cerdo al vinagre dulce.
Lin Yuzhen había cocinado unas cuantas veces y si bien Jiang Ning había logrado comérselo todo, ella no podía ni probarlo. Terminaron comiendo siempre en el Golden Jade.
—También dijo que papá quiere hablar algo con nosotros.
-Bueno, entonces vámonos.
Jiang Ning caminó hacia ella. Lin Yuzhen podía oler su aroma masculino y todavía tenía el rostro enrojecido.
-Dijiste que primero ibas a contestar la llamada, ¿y después?
Jiang Ning inclinó la cabeza hacia un lado y la miró. ¿Después? Lin Yuzhen evitó su mirada.
-¿Después qué? ¡A casa!
Tomó su bolso de mano y salió corriendo. Jiang Ning no se molestó. De hecho, estaba bastante feliz de ver que Lin Yuzhen era tímida y estaba nerviosa. Ya estaba lista pero le faltaba esa pizca de valentía. ¿Tan difícil era besarlo y ya?
En casa de los Lin.
¡Qué festín! Sólo eran cuatro pero había ocho platillos. Su Mei había cocinado los platillos que mejor le quedaban. La familia se sentó y Lin Wen exclamó:
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