—¡Te golpearé a ti! —el líder vociferó molesto—. Sosténganlo.
El resto de ellos estaban atemorizados por igual después de pensar en lo que pudo haber pasado si ofendían a Jiang Ning, odiaban a Fei Hou profundamente por casi provocarles la muerte. Lo sostuvieron con firmeza para que su líder pudiera abofetearlo hasta el punto en que la boca de Fei Hou terminó llena de sangre.
¡TRAZ! de repente se escuchó que los huesos se rompieron, la cara de Fei Hou se puso roja y después palideció mientras tomaba sus piernas y se convulsionaba. Seguía sin entender por qué esos hombres lo atacaban a él. ¿Acaso estaban ciegos? Jiang Ning era al que debían golpear.
—Este sujeto no es digno de asistir a este evento, sáquenlo —dijo Jiang Ning con calma.
—¡Entendido!
Arrastraron a Fei Hou a la salida quien se dio cuenta de que estaban obedeciendo a ese hombre, ¿por qué? Parecían temerle y de hecho estaban aterrados. ¿Por qué las cosas habían acabado así? ¿Qué estaba pasando?
—Suéltenme, ¿qué tratan de hacer… ¡Ay!
Jiang Ning no le prestó atención, ahora quedaba claro quién era el perro callejero. Caminó al salón principal el cual estaba muy bien iluminado y en donde había un violinista que tocaba con elegancia música reconfortante para que todos se tranquilizaran. Había muchas personas paseando alrededor con copas de vino en mano mientras hablaban con viejos amigos e intercambiaban ideas con posibles socios, era una escena muy animada.
—¡La directora Lin está aquí!
Lin Yuzhen entró con su vestido de noche dejando a todos sin aliento, todas las demás mujeres evitaban estar muy cerca de ella y los hombres no dejaron de mirarla durante todo el evento. Sostenía una copa de vino en la mano mientras caminaba alrededor para saludar a todos los invitados, se veía segura de sí misma y elegante.
«¿En dónde rayos está Jiang Ning? ¿Por qué no está aquí todavía?» Lin Yuzhen pensó para sí, no debería haberse tardado tanto sólo para estacionar el coche. Del otro lado, Yang Luolin entró al salón y sus ojos se iluminaron en el instante en que vio lo deslumbrante que Lin Yuzhen estaba, era como una estrella resplandeciente en medio de la noche y era difícil no darse cuenta.
—Es tan hermosa —murmuró Yang Luolin—. Esta clase de mujer es digna de ser mi compañera.
Agitó una mano y un mesero se acercó con una copa de vino tinto. Justo cuando Yang Luolin iba a saludar a Lin Yuzhen, su chofer habló.
—¿Cómo pudo entrar?
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