A Lin Qiang no podrían importarle menos los improperios de Hei Hu. ¿De qué servía sonar feroz frente a sus subordinados? Ni siquiera podía hacer una pequeña cosa como esta. Parecía que, a pesar de que el nombre de Hei Hu significara «tigre negro», no era uno.
El teléfono de Lin Qiang comenzó a sonar y al ver que llamaba Lin Xiao no pudo evitar fruncir el ceño un poco.
-Papá.
Salió para atender la llamada.
-¡Ven a mi casa inmediatamente! -El tono de Lin Xiao fue muy severo y colgó al instante.
El corazón de Qiang se estremeció. Pudo escuchar algo de ira en la voz de su padre, pero no podía entender por qué. No se atrevió a demorarse para ir hasta el búngalo de Lin Xiao. Se apresuró a entrar a la casa y puso cara de preocupación.
-Papá, ¿qué pasó? ¿Es Lin Feng? ¿Te hizo enojar de nuevo? ¡Volveré y lo pondré en su lugar!
Lin Xiao estaba sentado en su silla mientras abría lentamente los ojos.
-No es Lin Feng.
-¿No? Entonces, ¿quién?
-¡Tú! -exclamó con fuerza Xiao-. Lin Qiang, ¿planeaste algo para que alguien interrumpiera la construcción de la fábrica de Yuzhen?
El corazón de Qiang dio un vuelco. ¿Cómo se enteró de esto? ¡Hei Hu! ¡Ese idiota inútil! ¡Sus hombres también eran buenos para nada!
-Sí, fui yo -Lin Qiang no lo negó y asintió con la cabeza.
Sabía que, dado que Lin Xiao había preguntado sobre el tema, debía saberlo todo. No podía ocultarle nada ya que haría que se molestará aún más.
-¿Por qué?
El rostro de Lin Xiao todavía era solemne, pero ya no estaba tan enojado como antes.
-¡Porque Lin Yuzhen se está beneficiando de eso!- Lin Qiang apretó los dientes mientras continuaba-. ¡Ella ha hecho equipo con Huang Yuming para hacerse cargo del Grupo Lin! Supongo que no lo sabes, pero a principios de este mes, compró un BMW de quinientos mil dólares. ¿De dónde diablos sacaría tanto dinero?
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