El Grupo Lin era muy intimidante. Los jefes ni siquiera se habían percatado antes y nunca se habían preocupado tampoco. Todos comenzaron a sudar frío.
Long Ling'er se quedó sola en la oficina. Siguió de pie frente a la ventana y miró hacia Donghai. Tenía un matiz de alegría en su mirada, así como de impotencia.
«No hay duda de que eres tú», dijo para sus adentros. «No importa lo que sea que hagas para pretender ser otra persona o la manera en que finjas a propósito no conocerme, ¡estoy segura de que eres tú, Jiang Ning!». Long Ling'er lo había reconocido al instante y estaba cien por ciento segura de que el hombre de Donghai era ese idiota que conocía desde que era una niña, aunque él fingiera lo contrario.
«Tu matrimonio con Lin Yuzhen también es solo una farsa, ¿verdad?», pensó. «No me importa el motivo ni lo que haya ocurrido, ¡tú eres mío y nadie puede apartarte de mi lado!». No dudaría aunque tuviera que renunciar al Grupo Linglong a cambio. Nada en el mundo era más importante que Jiang Ning y nadie se preocupaba más por él que ella. Ni siquiera la tal Lin Yuzhen podía igualarse.
No entendía por qué él se negaba a reconocerla, pero estaba segura de que debía tener sus propias razones. Estaba claro que no tenía ni idea de por qué su familia había aceptado de repente el compromiso que tenía con Jiang Ning cuando eran niños. Tampoco sabía por qué Long Xiang parecía tan preocupado por descubrir si era Jiang Ning en realidad. Solo sabía que tenía que protegerlo y que nadie iba a poder sacarle ninguna información sobre él. «Lin Yuzhen, si te niegas a renunciar a Jiang Ning, entonces tendré que llevármelo a la fuerza». Long Ling'er mostró una mirada decidida.
...
Mientras tanto en Donghai, el ambiente era bastante deprimente. El funeral de Número Dieciocho había terminado. Los lobos estaban bien preparados para enfrentar ese tipo de situaciones. Incluso antes de que empezaran a seguir a Jiang Ning y lucharan en el círculo ilegal, estaban conscientes de que podrían terminar de esa manera algún día; pero aun así, cuando alguien cercano a ellos moría, permanecían angustiados y les costaba superarlo.
Todo el círculo ilegal de Donghai se había reunido. Eran más de tres mil.
―Enviaremos a Número Dieciocho a casa. ―El hermano Gou no mostraba ninguna expresión en su rostro.
No culparon a Jiang Ning por lo ocurrido. Si no hubiera sido por él, les hubiera esperado una muerte sin dignidad. Habían elegido ese camino por sí mismos, por eso desde el momento en que tomaron esa decisión, la vida vino a ser la senda por la que tenían que transitar y la muerte, el final del camino.
―Yo iré ―dijo Jiang Ning―. Lo enviaré a casa.
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