Jiang Ning y sus hombres regresaron a Donghai. Ninguno dijo nada en el camino de regreso. Habían llevado la urna de Número Dieciocho a casa, pero seguían tristes. Sabían que Jiang Ning había honrado a su compañero y que a él le habría hecho muy feliz saberlo.
—Gran Jefe, gracias.
Después de llegar a Donghai, el Hermano Gou y los lobos agradecieron con solemnidad a su líder. Luego, entraron a las instalaciones de entrenamiento para seguir ejercitándose con más determinación que nunca. Sabían muy bien la responsabilidad que recaía sobre sus hombros. Proteger bien la ciudad y a todos sus habitantes era una tarea muy importante para ellos. Sin embargo, para hacerlo, debían fortalecerse aún más.
Jiang Ning, llamó a Huang Yuming y al Gobernador Zhang para que se reunieran con él.
De pie frente a Jiang Ning, al ver su expresión severa, se dieron cuenta de que esta vez Jiang Ning estaba en verdad furioso. ¡Alguien se había atrevido a usar el nombre de Donghai como amenaza!
—Donghai es un territorio prohibido para protegernos a todos aquí —dijo Jiang Ning con los ojos clavados en ellos—. Les garantizo que nadie de fuera podrá entrar a este lugar y hacerles daño. Pero si hay algo pudriéndose desde dentro, entonces la responsabilidad es de ustedes dos.
No se andaba con rodeos. Los acusaba con el dedo y la voz gélida. Huang Yuming y el Gobernador Zhang representaban los círculos ilegales y legales, respectivamente. Si esos dos mundos tenían problemas, la culpa era de ellos.
—¡Le prometo que no volverá a ocurrir! —afirmó Huang Yuming muy resuelto y apretando los puños con fuerza.
Jiang Ning los miró a ambos.


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