"Tranquila, lo tengo bajo control". Sabina golpeó su pecho con confianza; si se trataba de lidiar con Fiona, ella estaba dispuesta a hacerlo.
Abril sonrió astutamente. Fiona la había empujado a la esquina, ¿acaso iba a quedarse de brazos cruzados? Aunque su comportamiento de ese día no era del todo honorable, por el bien del equipo, tenía que lanzarse al ruedo, en tiempos desesperados, se necesitaban medidas desesperadas. ¡No podía decepcionar a quienes confiaban en ella! Los puestos de trabajo de todos dependían de ella.
Después de beber dos latas de cerveza, Sabina se emborrachó y se desplomó sobre la mesa, sin moverse.
Abril estaba sin saber muy bien que hacer. ¿Por qué esa señorita no trajo un guardaespaldas cuando salió? ¿Qué iba a hacer en ese momento?
Se llevó la mano a la frente, pensando en todas las posibilidades, solo le quedaba llamar al jefe.
"Señor Galindo, pues, la Srta. Gil y yo estamos en el restaurante Coco Mar, ella se ha emborrachado, ¿Puedes enviar a alguien a recogerla? Y... ¿Podrías pagar la cuenta por favor?".
Hubo un silencio en el otro extremo de la línea, antes de que una voz sombría dijera: "Entendido".
Pronto, Kevin llegó, pagó la cuenta y ayudó a Sabina a subir al coche. "Sra. Rosales, el Sr. Galindo quiere que vayas a su oficina cuando regreses".
Abril encogió su cuello, no necesitaba adivinar, el jefe la iba a regañar, podía sentir un escalofrío viniendo del teléfono.
Cuando regresó a la empresa, le envió un mensaje a Filemón. [Sr. Galindo, ya fui a tu oficina esta mañana, no creo que sea apropiado volver en la tarde. Si necesitas algo, ¿podemos hablar por aquí?]
El otro lado no respondió durante un tiempo, probablemente no quería molestarse en hablar con ella. Ella sonrió astutamente, no era una tonta, ¿Por qué iba a ir allí solo para ser regañada? Lo que olvidó era que él tenía todo el tiempo del mundo para lidiar con ella, ¡no se salvaría!
Cuando regresó a su apartamento, vio al hombre sentado en el sofá, su expresión era fría y sombría. Se asustó y tembló: "Estoy muy cansada hoy, voy a ir a dormir un rato". Dicho eso, huyó a su habitación como un ratón asustado.
Justo en la puerta, Filemón la agarró por la oreja.
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