La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 272

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Después de decirlo, Eloísa miró hacia los trece nietos que tenía a su lado.

—Blas, Tito, Gabriel, Alan, Ernesto, Santino, Walter, Camilo, Zaid, Ubaldo, Teodoro, Liam, Yahir, vengan rápido, vengan a saludar a su abuelo.

Los trece nietos de la familia Gómez se acercaron a Fabián, se formaron en una fila ordenada frente a él y hablaron al unísono.

—¡Hola, abuelo!

—Muy bien, muy bien —exclamó Fabián, y se notaba que la presencia de tantos niños lo llenaba de alegría.

Después de las presentaciones, todos se acomodaron en la sala para platicar.

Por suerte, la casa que Úrsula había comprado ya venía totalmente amueblada y el sofá del salón era lo suficientemente grande. De otra manera, con más de treinta personas reunidas, no hubieran cabido de manera cómoda.

Úrsula se sentó entre Eloísa y Marcela. Las dos señoras, una a cada lado, le tomaron el brazo con cariño y sus ojos brillaban de felicidad.

Marcela retomó el tema que había dejado pendiente.

—Vieja amiga, y también para los tíos y tías de Ami, la verdad es que siempre he sospechado que el accidente de carro en el que murieron Álvaro y Valentina, junto con Ami, no fue un simple accidente. ¡Más bien creo que fue provocado! Si no fuera así, Ami no habría terminado tan lejos, en San Ignacio del Valle.

Al decir esto, Marcela miró a Fabián.

—Abuelo de Ami, ahora que por fin estamos todos juntos, ¿nos podría contar cómo fue que encontró a Ami aquel día?

Apenas escuchó la pregunta, Fabián pareció transportarse a aquel amanecer de hace diecinueve años. Su voz sonó pausada y profunda.

—Aunque ya había llegado la primavera, todavía hacía algo de frío. Yo me levanté temprano para sacar las ovejas y, cuando pasé cerca de un canal de riego, escuché el llanto de un bebé. Al principio pensé que era mi imaginación, así que no le di mucha importancia. Pero al regresar, volví a oír el llanto, aunque esta vez era mucho más débil. Era como el maullido lastimero de un gatito.