La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 887

Marcela nunca imaginó que la abuela Blanco diría algo así.

Se quedó completamente atónita.

Conocía a la abuela Blanco desde hacía muchos años y nunca supo que fuera ese tipo de persona.

Antes de que Marcela pudiera reaccionar, la abuela Blanco continuó:

—Pero, cuñada, aunque a mi Emiliano le gusta mucho Ami y se enamoró a primera vista, también tenemos algunas condiciones. Sabes que nuestra familia Blanco es de alta alcurnia, no cualquiera puede casarse con uno de los nuestros. Así que, nuestra primera condición es que si Ami se casa con mi hijo, no puede tener hijos. Debe tratar a Félix como si fuera suyo.

Aunque Úrsula parecía delgada y, probablemente, infértil, ¿y si sí podía tener hijos?

Más vale prevenir que lamentar.

Cuentas claras, amistades largas.

Había que dejar las cosas claras desde el principio.

Félix era el nieto mayor de los Blanco y había sido criado por su abuela, así que ella debía proteger sus intereses.

—Segundo, mi Emiliano es un joven talento excepcional. Casarse con tu Ami es un sacrificio para él. Por lo tanto, no solo Ami no puede tener hijos, sino que tu Álvaro y Valentina tampoco pueden tener un segundo hijo.

Si Álvaro y Valentina no tenían más hijos, Úrsula sería la única heredera de los Solano.

Si Úrsula era la heredera, ¡eso significaba que Emiliano también lo sería!

Pero si Álvaro y Valentina tenían otro hijo, la fortuna de los Solano no tendría nada que ver con Emiliano.

Emiliano había accedido a casarse con Úrsula solo por la herencia y el control de los Solano.

Sin eso, ¿qué sentido tenía su sacrificio?

—Tercero, mi Félix tiene una rinitis grave y es alérgico al pelo de los perros y gatos. Cuando Emiliano se case con tu Ami, naturalmente vivirá en esta mansión, así que desháganse de ese perro que tiene Ami lo antes posible.

—Cuarto, para que tu Ami pueda casarse con uno de los nuestros, debe traer una dote de no menos de miles de millones de pesos. Al fin y al cabo, en todo esto, el que sale perdiendo es mi Emiliano.

Después de decir todo esto, la abuela Blanco miró a Marcela con una expresión de suficiencia.