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La Doctora Maravilla romance Capítulo 104

Emma levantó las cejas.

—Me alegraría que estuviera enamorado de mí. Solo significaría que soy popular.

—¡Ja! —se burló Alana con envidia.

Todo el mundo sabía que Benjamín Iriarte era el soltero más deseado de Esturia. A cualquier mujer le parecería un gran honor que Benjamín se enamorara de ellas. Alana se dio cuenta de que Benjamín ni siquiera la veía. Abel entrecerró un poco la mirada. Benjamín supondría una gran amenaza si estuviera interesado en Emma.

«Hay algo más en ese hombre de lo que se puede percibir».

Las tres personas salieron del auto. Edgar trotó hacia Emma.

—¡Emma!

—Edgar.

Benjamín le sonrió con calidez a Emma.

—Nos encontramos de nuevo, Señorita Linares.

—Es usted muy entusiasta, Señor Iriarte. No esperaba que se interesara por una fiesta infantil —dijo Emma con una sonrisa.

—En realidad no se trata de la fiesta —dijo Benjamín y esbozó una sonrisa de complicidad.

Emma también le sonrió a Benjamín, mientras que el rostro de Alana se deformó.

«¡Emma es una seductora!».

Todos los presentes se dieron cuenta de que Benjamín estaba enamorado de Emma. No era de extrañar que se les viera juntos. Abel no dijo nada, aunque podía sentir los celos gestándose en su estómago.

—¿Dónde están los niños, Emma? —preguntó Edgar—. El Señor Iriarte les trajo regalos.

—Están con Delia y Lucas —respondió Emma—. Ya debieron haber entrado.

Adrián se acercó, vestido con un traje muy elegante.

—Los trillizos están con sus bisabuelos. Te están esperando, Emma.

Alana sonrió con suficiencia y se fue. Había logrado su objetivo. Se mantuvo alejada de los chismes por si Abel se daba cuenta de que estaba con ellas. No pasó mucho tiempo antes de que mucha gente en la sala empezara a señalar a Emma y a hablar de ella.

—¡Así que esa mujer es la madre de los hijos de Adrián Rivera!

—¿Por qué está con Abel Rivera entonces? ¿No sabe mantener las piernas cerradas?

—¡También está el Señor Iriarte del Grupo Adelmar!

—Tch, tch, me pregunto ¿con quién no se ha acostado?

Alana estaba bebiendo un poco de vino tinto cuando le llegaron los rumores. No podía dejar de sonreír.

«¿Escuchas eso, Emma? ¿No te sientes humillada ahora?».

Emma no se molestó. Se daba cuenta de que Alana estaba detrás y no iba a perder la calma por algo tan trivial. Sin embargo, los rumores eran cada vez más molestos. Emma tomó una copa de vino tinto y se introdujo en una conversación entre varias mujeres de mediana edad.

—¿No tienen nada mejor que hacer?

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