Emma llegó al Palacio Imperial unos cuarenta minutos después. Abel ya estaba perdiendo el conocimiento. Pensó que estaba soñando cuando vio a Emma frente a él. Extendió los brazos y la abrazó con fuerza.
—Emma, ¿todavía te preocupas por mí? Ve todo lo que hice, Emma. Preferiría estar muerto…
—Ya bebiste demasiado —dijo Emma frunciendo el ceño—. Te llevaré a casa.
—No estoy ebrio. Nunca me he sentido más sobrio. Emma…
Emma lo apartó de un empujón.
—¡Suéltame! ¡Todo el mundo nos está viendo!
«¡Yo no vi nada!».
Lucas volteó la cabeza, pero los clientes que los rodeaban los veían con curiosidad. Lucas intentó dispersar a la multitud.
—Oigan, háganse a un lado, chicos. ¡No me digan que no han visto algo así antes!
Los otros clientes pensaron:
«¡Nunca había visto una actuación tan dramática!».
—Por favor, perdóname, Emma…
Abel no pudo controlarse. Agarró el rostro de Emma y forzó sus labios sobre los de ella.
—¡Mmm! ¡Abel!
Emma estaba conmocionada.
«¡Estamos en público! ¡Cientos de personas nos están viendo!».
Sin embargo, Abel estaba entregado a sus sentimientos por completo. La abrazó con fuerza y los besos fueron cada vez más descarados…
Emma no pudo soportarlo más. Pellizcó cierto punto de la axila de Abel.
—Oh, Emma…
Abel se desmayó y se desplomó sobre los hombros de Emma. Lucas pensó que Abel se había desmayado por culpa del alcohol. A toda prisa ayudó a sostenerlo antes de que Emma fuera aplastada por el peso del cuerpo del hombre.
—Llévalo a casa —dijo Emma mientras jadeaba con fuerza.
Levantó una mano y se limpió la boca. Abel la había mordido y le había sacado sangre. Le dolía.
—¿A dónde? —preguntó Lucas.
—Espera —gritó Emma.
—¿Hay algo más, Señorita Linares?
—Le diré a Delia que cocine unos fideos para ti. Te los llevará en breve.
Lucas asintió con entusiasmo:
—¡Gracias, Señorita Linares!
Emma cerró la puerta de la habitación y ayudó a Abel a quitarse la ropa. Se sonrojó de manera intensa cuando la escultural figura de Abel quedó al descubierto frente a ella. Por fortuna, Abel estaba inconsciente, lo que provocó que Emma actuara con más atrevimiento.
—Este hombre es en verdad atractivo —murmuró Emma para sí misma mientras acariciaba la barbilla de Abel—. Nunca habrá otro igual en Esturia.
Sus dedos trazaron una línea por el cuello de Abel hasta su pecho, su abdomen y… De repente, recordó la escena en la que fue violada cinco años atrás.
«El hombre era fuerte y viril, a diferencia de esa basura de Adrián… Pero eso no es posible. El informe de la prueba de ADN muestra que el padre de los trillizos es Adrián Rivera. Tal vez el físico de Adrián era tan perfecto como el de Abel entonces…».
Emma suspiró.
—Emma… —De pronto, Abel pronunció su nombre en voz baja.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Doctora Maravilla