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La Doctora Maravilla romance Capítulo 121

Luis frunció el ceño.

—¿Cómo puedes pensar así, Abel? Si estás desafiando a tu abuelo por Emma, ¿no te preocupa estar poniendo en peligro la vida de esa mujer?

—Sí, hijo mío —Rosalinda ya sollozaba—. ¡Soy una mujer como Emma, pero creo que no vale la pena traicionar a tu familia por culpa de una mujer!

—¡Vale la pena para mí! —Abel vio a Emma con nostalgia—. Abuelo, si insistes en tomar la decisión por mí, me escaparé con Emma. Cambiaremos nuestras identidades y viviremos vidas sencillas y ordinarias hasta el fin de nuestros días.

—¡Ingrato! —Óscar rugió furioso—. ¡Si das un paso fuera de la Mansión Rivera, te romperé las piernas, te ataré a una silla de ruedas y te pondré un tubo de alimentación por el resto de tu vida!

—Sí, hijo mío —dijo Luis—. ¡No deberías defraudar a tus padres!

—Abel cree que dirigir el Grupo Rivera es menos importante que una mujer. No creo que merezca ser el director general —dijo Lázaro.

—¡Yo también lo creo! —añadió Juliana.

—¡Lázaro! ¡Juliana! —Luis y Rosalinda los vieron con resentimiento.

—¿Estaba equivocado? —Lázaro se burló—. ¿Confiarías en alguien tan inconstante para dirigir la empresa?

—¡Mi hijo no es inconstante! —Luis estaba furioso.

—¡Ya escuchaste lo que acaba de decir!

—¡Abel! —Emma se levantó—. No seas tan engreído. ¡No voy a cambiar mi identidad ni a vivir una vida ordinaria por ti! Estoy harta de ser pobre y de tener que trabajar viviendo al día para alimentar a mis trillizos. Si te quedas sin tu fortuna, ¡te veré por encima del hombro!

«¡No sabía que era así!», pensó Abel.

Alana levantó la cabeza y sonrió a discreción.

«¡Así que eres esa clase de mujer! ¡Parece que me preocupé demasiado!».

Emma sollozó:

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