La Doctora Maravilla romance Capítulo 122

Adrián adivinó que Emma estaba a punto de llegar. Roció perfume en el aire y giró sobre sí mismo sobre la briza resultante. Adrián estaba cubierto de una fina capa de fragancia. Era el montaje perfecto. El hombre se observó en el espejo y se aseguró de que su cabello estaba inmaculado. Estaba satisfecho con su aspecto.

«¡Estoy seguro de que Emma se enamorará de mí!».

Emma acomodó la moto en el estacionamiento, se quitó el casco y entró en el vestíbulo. El suelo y los pilares de mármol reflejaban su gallarda figura enfundada en una chamarra de cuero negro. Los recepcionistas del vestíbulo se sorprendieron.

«¡Guau! ¿Es una celebridad?».

Dos invitados no podían apartar los ojos de Emma.

—¿Puedo saber dónde está su atención? ¿Nunca han visto a una mujer? —Emma gruñó.

¡Paf!

Uno de los invitados chocó con un pilar.

—¡Argh! —Emma se alisó el cabello y entró en el elevador.

Subió a la habitación de lujo de la planta 39. Adrián le había enviado el número de la habitación y ella lo encontró en un instante. En cuanto tocó el timbre, Adrián abrió la puerta con impaciencia. Llevaba quince minutos esperando en la puerta y no podía aguantar mucho más.

«¡Por fin está Emma aquí! ¡He estado esperando este momento!».

—¡Emma! —Adrián sonrió de manera empalagosa—. ¡Por favor, entra!

Emma inspeccionó a Adrián de pies a cabeza.

«Está tan bien vestido hoy, creo que se ve un poco afeminado».

Emma entró en la habitación. Su actitud firme intimidó un poco a Adrián.

—Entonces… Ahora que estás aquí, ¿empezamos? Puedes comprobarlo por ti misma.

Emma sostenía con discreción una aguja en la mano. Fijó la mirada en Adrián mientras lo rodeaba. Adrián se sintió un poco asustado. Sabía que Emma era una buena luchadora. Si la mujer se ponía agresiva, él no podría defenderse.

—Este traje no se ve nada mal. —Con la aguja entre los dedos, acarició ciertos puntos del cuerpo de Adrián—. ¿Dónde lo conseguiste?

Las partes en las que Emma tocaba punzaban un poco, pero Adrián estaba contento de que Emma estuviera dispuesta a tocarlo. No le importaba, aunque le diera una bofetada.

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