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La Doctora Maravilla romance Capítulo 128

Emma se encontró con Edgar y Gracia en el hospital.

—Edgar, Gracia. ¿Cómo está mi padre?

—Está en urgencias —contestó Edgar mientras masajeaba sus manos con nervios—. Espero que todo salga bien.

Gracia puso los ojos en blanco.

«¡Me pregunto si mi padre esperaba que le pasara esto cuando los corrió de la casa! Antes, mi padre también despidió a Edgar de su empresa. Como padre, ¿habrá pensado alguna vez si su hijo tenía dinero para poner comida en la mesa? ¡Si Benjamín no nos hubiera prestado ayuda tan vital, nos habríamos quedado sin casa!».

En cualquier caso, Gracia comprendió que Edgar y Emma no descuidarían a su padre. Cuando Alondra vio a Emma, resopló con frialdad y volteó la cabeza hacia otro lado. Una fracción de segundo más tarde, su cabeza se echó hacia atrás en estado de conmoción.

«¿No es ese el Señor Benjamín Iriarte del Grupo Adelmar? ¿Por qué está con Emma?».

Se llevó una grata sorpresa. Con una sonrisa aduladora, se acercó y saludó a Benjamín.

—¡Señor Iriarte! ¿Qué lo trae por aquí?

—Oh, estoy aquí con Em —respondió Benjamín impasible.

«¿Em…? ¿Por qué usó ese nombre tan íntimo? ¡Debe haber una historia detrás de esto!».

Alondra vio a Emma con expresión amistosa.

—Emma, estoy segura de que al Señor Iriarte le debe resultar molesto acompañarte al hospital tan temprano.

—A él no le molesta en absoluto. —Emma le lanzó una mirada a Benjamín—. Puedes darle órdenes si necesitas algo.

Alondra se quedó atónita.

—¡No me atrevería a darle órdenes al Señor Iriarte!

Benjamín sonrió con calma.

—No pasa nada. Haré todo lo que Emma me diga.

Alondra estaba estupefacta.

«¿Hizo Emma… que el Señor Iriarte se enamorara de ella?».

—Si ese es el caso, ¿podría pasar a cenar algún día? —dijo Alondra.

Benjamín asintió:

—Claro. Cuando el Señor Linares se sienta mejor, le haré una visita con Emma.

—Por supuesto, por supuesto. —Alondra estaba muy contenta. Agarró el brazo de Emma y le dijo—: Acuérdate de venir a cenar a la casa alguna vez, Emma.

Emma la apartó de un empujón.

—Ve a molestar a Alana en vez de esto.

Alondra sonrió de modo adulador.

—¡Mira qué amable es el Señor Iriarte, Emma! Tienes que asegurarte de casarte con él. Así no tendrás que preocuparte el resto de tu vida.

Emma sonrió.

—Y no tendrás que preocuparte de que me pelee con Alana por Abel, ¿verdad?

Alondra se sonrojó avergonzada.

—No quería decir eso. Quiero decir, ¿por qué tenemos que estar siempre enfrentados? El Señor Iriarte es tan sobresaliente como el Señor Rivera.

«¿Señor Rivera?».

El humor de Emma se hundió cuando se mencionó el nombre.

«Su corazón pertenece a Alana ahora, ¿verdad?».

Por la noche, Alondra se fue a casa a descansar, mientras que Edgar y Emma se quedaron cuidando de su padre. Benjamín salió del hospital para buscar la cena. Emma sacó las agujas de los Cinco Elementos del maletín y se preparó para tratar a su padre. Edgar se sobresaltó.

—¡Emma! ¿Qué estás haciendo? Sé que lo odias por corrernos de casa, ¡pero no deberías hacerle daño!

Emma puso los ojos en blanco.

—¿Te parece que yo haría eso?

—¿Qué estás haciendo entonces? Puedo ver la aguja en tu mano.

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