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La Doctora Maravilla romance Capítulo 136

Lucas y los guardaespaldas se sintieron incómodos mientras permanecían en la puerta de la cocina. No les preocupaba que la cocina de gas pudiera explotar, pero se preguntaban quién sería el primero en probar los platillos de su jefe.

Ese problema era más difícil que cualquier misión que hubieran recibido. Cuando Abel les pidiera su opinión, ¿qué dirían? Como era de esperar, dos horas más tarde, Abel salió de la cocina. Se veía emocionado.

—¡Escuchen, prueben mi primer platillo! ¡Pastel de carne!

«¿Así que es eso?».

Lucas y los guardaespaldas vieron el platillo de Abel y giraron la cabeza. Abel se molestó.

—Oigan, ¿a qué viene esa reacción? Es mi cuarto intento. ¡Al menos agradezcan que no les pida que se coman los tres anteriores!

—¡Ejem! —Lucas se armó de valor y dijo—: ¡Lo probaré! Es solo comida, ¿verdad?

Extendió la mano, arrancó un pellizco y se lo metió en la boca. Abel y los guardaespaldas lo observaron masticar despacio el pastel de carne. Al final, Lucas tragó saliva. Abel sonrió. Los guardaespaldas se turnaban para pellizcar un trozo de pastel de carne y llevárselo a la boca. Abel no había sacado tenedores para ellos. Una vez que el pastel de carne entró en sus bocas, los guardaespaldas sintieron una nueva admiración por Lucas.

«¡No me extraña que sea la mano derecha del Señor Rivera! ¿Cómo lo hace? El pastel de carne apenas es comestible, así que ¿cómo masticó y tragó sin que se le viera nada en el rostro?».

Los guardaespaldas consiguieron soportar la prueba y tragaron la comida sin Hacer ningún gesto.

—¿Qué te parece? —preguntó Abel con entusiasmo.

—¡Está delicioso! —Lucas comenzó a golpearse las manos.

—¡Delicioso! —Los guardaespaldas también aplaudieron.

Prefirieron dejar que Lucas tomara la iniciativa a reaccionar de forma diferente y hacer enfadar a Abel.

—¡Es genial! —dijo Abel entusiasmado—. ¡Yo invito el almuerzo!

«¡Ayúdennos!», pensaron Lucas y los guardaespaldas.

«¿Ves eso, Emma? ¡Yo también sé hacer comida casera!», pensó Abel.

Abel cocinó el almuerzo ese día y los hombres se esforzaron por terminar la comida. Sin embargo, Abel aprendía rápido. Al cabo de tres días, los hombres ya no sufrían tanto al comer. Tuvieron que admitir que la manera de cocinar de Abel tenía «alma». Por otro lado, Abel no recibió respuesta de la Doctora Maravilla.

«¿Estaba equivocado?», pensó Abel.

Después de meditarlo llamó a Benjamín.

—¿Ya terminó la Doctora Maravilla con su investigación?

Capítulo 136 La secretaria de Benjamín 1

Capítulo 136 La secretaria de Benjamín 2

Capítulo 136 La secretaria de Benjamín 3

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