Haciendo caso omiso de Emma, Abel tomó a los trillizos en brazos y a la espalda, y bajaron las escaleras. Emma agarró los abrigos de los niños y corrió detrás de ellos.
Media hora más tarde, Abel, Emma y los trillizos llegaron en el Rolls-Royce de Abel al estacionamiento que conducía al Restaurante Adaya, uno de los restaurantes más conocidos en Instagram de la ciudad. Entraron al ascensor. Tras ellos iban Lucas y tres guardaespaldas. Se estacionaron cerca y entraron en el siguiente ascensor. Su deber era proteger a Abel y no podían arriesgarse a que le pasara nada.
Abel entró en el restaurante con Emma y los trillizos. Aunque la gente de Esturia aún no sabía de la existencia de Abel, su presencia había llamado la atención del público del restaurante. Abel no solo era bastante apuesto, Emma también era muy hermosa. Además, la atractiva pareja estaba acompañada de sus adorables trillizos. Casi todo el mundo en el restaurante estaba encantado y asombrado de la hermosa familia.
Alana no era uno de ellos. Estaba cenando con su mejor amiga cuando vio a Abel en la entrada del restaurante. Se levantó al instante e iba a acercarse a él cuando vio que estaba con Emma y los trillizos. Se enteró antes por Rosalinda que Abel se había mudado, pero nunca se imaginó que se mudaría para estar con Emma. Parecían muy unidos, como una verdadera familia.
«¿Ya están viviendo juntos?».
Alana estaba furiosa. Habló apretando los dientes:
—¡No dejaré que te salgas con la tuya tan fácil, Emma!
Tomó su bolso y salió por otra salida. Cuando el camarero llevó a Abel, Emma y los trillizos a su mesa, éstos empezaron a pedir lo que les apetecía del menú. Emma dijo:
—Pidan solo lo que se vayan a terminar, ¿vale?
—¿Qué te gustaría? —Abel le preguntó—: ¿Quieres que te recomiende algo?
Emma sacudió la cabeza y dijo:
—Está bien. Pediré yo misma.
Ella hizo sus pedidos y Abel pidió sus favoritos. Minutos más tarde, les sirvieron la comida y empezaron a comer contentos. Por otro lado, Alana salió del Restaurante Adaya y corrió hacia la Residencia Linares. Ahí se reunió con la tía Alondra para quejarse de lo que había visto en el restaurante. Alondra frunció el ceño mientras escuchaba a su sobrina, sollozando. Pensó en algo y le susurró a Alana.
—¿Funcionaría? —preguntó Alana con los ojos llorosos—. Me temo que Abel no sería fácil de engañar. No me perdonará si se entera.
—Escúchame y no te preocupes —dijo Alondra con seguridad—. Esta es la única manera de que estés junto a Abel. Tienes que tenderle otra trampa.
—¿Y si no me embarazo? —Alana estaba preocupada—. ¿Me perdonaría Abel?
—Solo tienes que conseguir que se acueste contigo —dijo Alondra—. Puede que esta vez te quedes embarazada.
—¿Y Emma? Dio a luz a cuatrillizos después de acostarse con Abel.
Alana no estaba convencida. Alondra la acercó más y volvió a susurrar.
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