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La Doctora Maravilla romance Capítulo 6

—Shh, cállate, tía —dijo Alana mientras se apresuraba a taparle la boca a Alondra con la mano.

—¿Qué tiene eso de sorprendente? —replicó Alondra. Apartó la mano de Alana y continuó—: Después de todo, el hijo que diste a luz para la Familia Rivera ya tiene cuatro años. Si Abel descubre que sigues siendo virgen durante tu noche de bodas, ¡entonces podríamos tener serios problemas!

—No, hace mucho que no lo soy —respondió Alana, más relajada. Ya no sentía la necesidad de fingir—. No me atrevería a aprovecharme de Cristofer sin compensarlo de manera justa.

—Entonces date prisa y llámale —instó Alondra—. Vuelve a acostarte con él si hace falta. Ya pensarás cómo deshacerte de él cuando te conviertas en la señora de la Familia Rivera.

Emma se despertó al día siguiente y empezó a hojear feliz los mensajes de sus hijos.

Sol escribió:

«¡Abel tiene otro hijo, mami!».

Luna escribió:

«¡Se llama Timoteo y tiene la misma edad que nosotros!».

Astro escribió:

«¡Me encanta que Alana sea su mami!».

Emma respondió con un emoji de sorpresa.

«¿Abel tuvo un hijo con Alana? Entonces, ¿por qué Emma se molestó en perseguir a ese bastardo? Podía seguir con su vida y olvidarse de él». Emma no necesitaba ni quería que Abel reconociera lo que le había hecho hace tantos años, pero quería saber si los hijos que había tenido en realidad eran suyos. Si él era el padre biológico, quería su sangre para salvar a su hijo.

Emma se levantó por fin de la cama. Planeaba hacer una prueba de ADN con el mechón de cabello que había obtenido de Abel y compararlo con el de su hijo. Consiguió con facilidad el mechón de cabello de la cama de su hijo. ¿Pero qué pasó con el mechón de cabello de Abel?

Emma envolvió el mechón de cabello en un trozo de papel de seda y se lo metió en el bolsillo después de tomarlo de Abel. Sin embargo, ¡sin darse cuenta había lavado sus pantalones la noche anterior!

—¡Nooo!

Emma se apresuró a salir al balcón y encontró los bolsillos de sus pantalones vacíos.

«¡Maldición! ¿Por qué fui tan descuidada?».

Le costó mucho quitar ese cabello de la cabeza de Abel, ¡y ahora tenía que volver a hacerlo! Emma no estaba dispuesta a rendirse, ¡estaba decidida a conseguir otro mechón costara lo que costara! Al tomar su móvil, Emma hizo una llamada y dijo:

—Averigua dónde está Abel ahora mismo.

Al poco rato, sonó el móvil.

—Acaba de llegar al edificio del Grupo Rivera y ahora mismo está en una reunión.

—Entendido —respondió Emma.

Justo cuando estaba a punto de colgar, la voz al otro lado dijo:

—No olvides tu promesa, jefa. Dijiste que hoy escenificarías tu aparición.

—Veré cómo van las cosas —respondió Emma mientras colgaba impaciente.

Luego, llamó a un taxi. Después de 40 minutos, Emma llegó a la entrada del edificio de 89 plantas perteneciente al Grupo Rivera. Abel estaba sentado en el despacho del director general después de su reunión cuando entró la secretaria y anunció:

—La Señorita Alana está aquí con postres caseros.

Abel respondió con voz grave:

—Que pase.

Justo cuando terminó de hablar, Alana empujó la puerta y entró con una caja de postres en la mano.

—Abel.

La secretaria se apresuró a salir y cerró la puerta tras de sí. Al ser la prometida de Abel, Alana iba a ser futura jefa del Grupo Rivera, por lo que todos hacían lo posible por ganarse su favor. Con el ceño fruncido, Abel comentó:

—No te hagas la simpática conmigo, ni siquiera te conozco tan bien.

Alana se quedó callada con cara de incomodidad, antes de sonreír y levantar la caja que tenía en las manos. Dijo:

No había error, lo que Alana describió fue ese día 5 años atrás. Después de ser expulsada por su madrastra, se encontró vagando por las calles durante una llovizna. Esa noche se registró en el Gran Hotel de Esturia.

¿Podría ser que el hombre de entonces no fuera Abel?

—¿Qué más tienes que decir? —preguntó una voz fría detrás de ella—. ¿Fue inútil el mechón de cabello que me quitaste?

—Pero, ¿cómo explicas la tarjeta bancaria con tu nombre? —preguntó Emma mientras se daba la vuelta para mirar al hombre.

—¿No es obvio? —respondió Alana con una sonrisa—. ¿Quizás el Señor Adrián agarró la tarjeta bancaria de Abel?

Emma no sabía qué decir. No le importaba cuál de los Rivera iba a ser el heredero de la Familia Rivera, pero conocía la reputación de Adrián en Fénix como Casanova. Le estremecía pensar que el padre de sus hijos fuera un vividor lascivo. Pero, estaba segura de una cosa; tenía que averiguar quién era el padre de sus hijos. La vida de Evaristo dependía de ello.

A Evaristo le diagnosticaron una enfermedad de la sangre cuando tenía un año. A pesar de haber recibido tratamiento durante los dos últimos años, tenían que identificar quién era su padre por si Evaristo necesitaba una transfusión de sangre. Emma estaba aturdida cuando de repente sonó su móvil. Molesta, contestó.

—Jefa, están insistiendo...

—¡Diles que estoy ocupada!

—Pero, jefa...

Emma colgó la llamada. Esta vez, fue el móvil de Abel el que empezó a sonar. Se dio la vuelta y contestó. La voz al otro lado decía:

—Señor Abel, el doctor se negó a venir a atender al presidente.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Abel con el ceño fruncido—. ¡Estoy a punto de ir yo mismo al hospital!

—Lo intentamos... pero el doctor nos colgó y apagó su móvil...

—¡No me importa lo que cueste! Puedes arrastrarte ante él por lo que me importa, ¡consígueme al Doctor Maravilla! ¡Ofrécele cincuenta millones como honorarios si es necesario! ¡Esta es la única oportunidad para el Abuelo Rivera de salir adelante!

—¿Cincuenta millones? —respondió la voz de pánico al otro lado—. De inmediato, Señor Abel.

Emma ya se había ido cuando Abel colgó la llamada.

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