Emma también se sorprendió por lo que dijo Óscar.
«¿Qué quiso decir? ¿Qué soy demasiado encantadora? ¿Se supone que soy Helena de Troya en esta historia? ¿Cree que voy a arruinar a su familia?».
—Parece que Adrián no tiene tanta suerte después de todo. —Abel se acercó a ella y le pasó el brazo por encima del hombro—. Emma, este banquete se está volviendo aburrido. Vayamos a otro sitio.
Emma lo apartó con suavidad. Sabía que Abel quería protegerla, pero le preocupaba que su intervención pudiera empeorar la situación. Los tres niños hacían pucheros. Nunca perdonarían a nadie que hablara mal de su madre, ¡aunque esa persona fuera su bisabuelo!
—Sí, mamá. No tiene sentido quedarse aquí. Vámonos a casa.
—¡Informe de situación! La Familia Rivera está prohibida.
—Te queremos, mami. Eres la mejor mami para todos nosotros, ¡no importa lo que digan los demás!
Emma abrazó fuerte a los tres niños.
—Muy bien, vamos a casa.
—Yo te llevo —dijo Abel.
Adrián se interpuso entre él y Emma.
—¡Ella es mi mujer, y ellos son mis hijos!
Abel se burló.
—No mereces ser padre.
—¡Los tres niños no pueden irse! —Juliana agarró a Sol, Luna y Astro—. Son mis nietos. ¡No pueden irse!
—Pero abuela —dijo Sol—. Al bisabuelo no le gusta nuestra mamá, así que no podemos quedarnos aquí. Nos iremos a casa con mamá.
—Estamos aquí para evaluar la situación —dijo Luna—. Y parece que este lugar no está a la altura. Deberíamos irnos con mamá.
Óscar dijo con severidad:
—Ustedes tres son descendientes de la Familia Rivera. ¡No pueden irse con una extraña!
—¡No!
Los tres niños gritaron juntos.
—¡Solo queremos a mami! ¡No nos importa la Familia Rivera!
Óscar estaba furioso.
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