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La Doctora Maravilla romance Capítulo 83

—¡Eh, suélteme! —susurró Emma avergonzada—. ¡Lucas está allí!

Abel la ignoró y siguió bajando la cabeza, con la intención de forzar sus labios sobre los de ella. Antes de que pudiera tocar los labios de Emma, sintió que un dedo frío lo detenía.

—Gracias por salvarme, pero... —Emma dijo con una sonrisa—: Saltémonos esto.

Abel levantó la cabeza y dijo con voz ronca:

—¡Ejem! ¡Pensaba castigarte por tu desobediencia!

Lucas, de pie afuera del auto, no pudo evitar una risita.

«Para el Señor Rivera, la idea de un "castigo" es ¡un beso! ¡Lástima que no consiguiera lo que quería!».

—¡Vete!

Abel encontró por fin una salida para liberar su ira. Lucas se estremeció y corrió a cierta distancia. Llegaron los autos de policía y se llevaron a los matones. Después, el Rolls-Royce de Abel abandonó la escena. En un rincón, el rostro de Alana estaba pálido de ira mientras observaba el desarrollo del incidente sentada en su auto.

Mientras se frotaba el vientre, sintió ganas de matar a alguien. Abel no solo no admitió violarla, sino que además estaba actuando de forma tan íntima con Emma.

«Y lo más importante, ¡rescató a esa p*rra! ¡Eso era una humillación total!».

—¡Emma Linares y Abel Rivera! ¡Ustedes dos fueron demasiado lejos esta vez! —dijo Alana apretando los dientes.

Estaba a punto de arrancar el auto e irse cuando alguien tocó a su ventanilla. Se dio la vuelta sorprendida y vio una cara familiar afuera del auto.

—¿Adán?

—Abre la puerta. Se escuchó la voz grave pero autoritaria de Adán.

Alana se apresuró a pulsar un botón del panel de control. Adán abrió la puerta y se sentó en el asiento lateral del copiloto.

—Yo me ocuparé de las cámaras de vigilancia. No te preocupes —dijo Adán con frialdad.

A Alana le dio un salto el corazón. Dijo con cautela:

—Adán, ¿lo... lo viste todo?

—Quieres deshacerte de esa mujer, ¿verdad?

Alana jadeó conmocionada.

«Oh no, ¡Adán vio lo que yo quería hacer! ¡Escuché que es la persona más cruel de la Familia Rivera!».

—No te preocupes —dijo Adán—. No te delataré.

Además, los resultados de la prueba de ADN mostraban que Timoteo era su hijo biológico. Volviendo a mirar con detenimiento a Emma, llegó a la conclusión de que sus ojos le estaban jugando una mala pasada. Emma sintió que Abel la miraba muy fijo. Levantó la cabeza de forma brusca.

—Parece distraído —dijo con una sonrisa—. ¿Qué está pensando?

Abel bajó la mirada.

—Oh, estaba recordando algo.

Emma le puso la venda en el brazo.

—¿Me lo cuenta? Me gustaría saber más de su pasado.

Abel negó con la cabeza.

—No importa. No hay nada interesante en mi pasado.

—Bien entonces, guárdese sus secretos. —Emma le ayudó a ponerse el abrigo—. Prepararé unos espaguetis para usted y Lucas.

Abel miró a Lucas de pie en la puerta.

«¿Por qué tiene que comer él también?».

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