Dos minutos después, al ver que Timoteo ya estaba «dormido», Alana se levantó y volvió a su habitación. Timoteo abrió la palma de la mano y miró el mechón de cabello que sostenía. Se levantó rápido y bajó corriendo las escaleras.
—¡Abuela!
Rosalinda estaba sentada en el sofá del salón. Vio a Timoteo corriendo hacia ella.
«¿Ya lo tomó?».
Rosalinda se acercó a él y lo tomó en brazos.
—¡Mi querido nieto! ¿Tienes lo que te dije que me trajeras?
—¡Es esto!
Timoteo abrió la palma de la mano y mostró el mechón de cabello a Rosalinda.
—¡Es estupendo! ¡Por fin puedo confirmarlo! —dijo Rosalinda con alegría.
—¿Qué es? —preguntó Timoteo.
—Esto es un secreto entre tú y yo, Timoteo. ¡No se lo puedes contar a nadie más! —dijo Rosalinda y arrancó un cabello del cuero cabelludo de Timoteo.
Timoteo hizo una mueca de dolor. No se quejó porque su abuela le dijo que era un secreto. Al día siguiente, Rosalinda metió los dos cabellos en un sobre y fue al hospital Rivera a buscar a Cristofer Rojas, el jefe del departamento de biología.
—¿Necesita algo, señora? —preguntó Cristofer con curiosidad.
—Quiero saber si Alana Lara es en verdad la madre de mi nieto —dijo Rosalinda—. ¡Haga una prueba de ADN de maternidad para mí!
Cristofer dio un grito ahogado, pero se recuperó en una fracción de segundo. Dijo con una sonrisa:
—Eso se puede arreglar. Le avisaré cuando pueda recoger el informe.
—Mmm. —Rosalinda asintió—. No le cuente esto a nadie más.
—No se preocupe, señora.
Cristofer asintió e hizo una reverencia. Cuando Rosalinda se fue, él le envió un mensaje a Alana.
«Te salvé otra vez, Alana. ¿Cómo me lo vas a agradecer esta vez?».
Alana estaba en el salón de belleza cuando recibió el mensaje. Después de leerlo, se quedó estupefacta y contestó rápido:
«¿Qué quieres decir?».
Alana permitió que las manos de Cristofer recorrieran de forma descarada su cuerpo.
—Deberías venir a mi casa a pasar la noche más a menudo —dijo Cristofer—. Mi mujer está otra vez de viaje de negocios.
—De acuerdo entonces. —Alana no se quejó cuando Cristofer apretó su cara aceitosa contra su mejilla—. ¡Siempre y cuando escribas en el informe que sin duda soy la madre de Timoteo Rivera!
—No tienes que preocuparte por eso, Alana. —Cristofer sonrió como un pervertido mientras acariciaba el pecho de Alana—. ¡Todo lo que tienes que hacer es satisfacerme!
—¡Oh, Cris! —Alana se recostó sobre su pecho—. En definitiva, te buscaré cuando acabes el informe...
—Buena chica.
Cristofer besó con suavidad la mejilla de Alana y salió del lugar. La expresión de ella decayó al instante. Consideró sus opciones durante un rato antes de llamar a Adán. Él contestó a la llamada después de varios timbrazos. Dijo de forma perezosa:
—¿Por qué me llamas otra vez? ¡Ya te dije que no me interesas!
—¡Adán! —dijo Alana tímida—. Dices que no estás interesado, ¡pero parecía que te divertiste mucho esa noche!
—Je, je, je. ¡Deberías saber que quiero deshacerme de ese desgraciado niño que llevas en el vientre!

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