—No lo harás —dijo Alana—. Sé que quieres que te ayude a deshacerte de Abel, así que ¿por qué ibas a deshacerte de la única moneda de cambio que tengo de él?
—¿No tienes miedo de que me deshaga de Abel? —Adán se rio burlón—. Es el hombre al que amas, ¿verdad?
—Quiero que te deshagas de todos los que se interpongan entre Abel y yo. Cuando solo queden ustedes dos, pueden enfrentarse. No me importa si Abel pierde contra ti. ¡Lo único que quiero es que él se case conmigo!
—Dime, ¿cómo puedo ayudarte?
—Necesito que elimines a unas cuantas personas por mí. —Los ojos de Alana rebosaban hostilidad—. ¡No puedo estar tranquila mientras sigan vivos!
—¿Cómo sabes que me dedico al asesinato por encargo y al contrabando?
Adán sonrió frío.
—¡Porque creo que el dueño del Palacio Imperial es el verdadero señor de Esturia! —dijo Alana aduladora.
—Je, je, je. Me gusta lo que escucho, y por eso, ¡te ayudaré!
—¡Primero, quiero que elimines al médico y a las dos enfermeras del hospital materno de la Villa del Río!
—¿Por qué?
—Ellos fueron los que asistieron a Emma en el parto de sus bebés. ¡Saben cuántos hijos dio a luz Emma!
Adán no dijo nada, pero una sonrisa malvada apareció en su rostro.
«Las cosas se están poniendo cada vez más interesantes».
Cristofer fue a la Mansión Lafuente y le entregó a Rosalinda el informe completo de la prueba de ADN de maternidad. Dijo adulador:
—Según los resultados obtenidos de los dos mechones de cabello, Alana Lara y Timoteo Rivera son sin duda madre e hijo biológicos.
Rosalinda Arrugó la frente.
—¿Estuve pensando demasiado?
Cristofer se puso en pie.
—Me voy si no hay nada más.
—Mmm. —Rosalinda asintió y entregó un sobre gordo a Cristofer—. Esto es para ti.
—Gracias, señora.
Cristofer guardó el sobre y se marchó rápido. Cuando salió de la Mansión Lafuente, llamó a Alana.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Doctora Maravilla