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La esposa secreta del CEO romance Capítulo 144

MILO

Sus dos hermanos se veían serios y aburridos, aunque factiblemente a la caza de algunas chicas que quisieran entretenerlos más allá de la fiesta. Suspiró. Estaba cansado y si bien el motivo del festejo lo satisfacía, pues era el cierre de uno de los negocios más importantes de los últimos años y como tal debía ser anunciado con bombos y platillos a la prensa y a los rivales, no veía la hora de que todo terminara. Follar, descansar, dormir, esas eran sus prioridades ahora mismo. Comenzaba a hastiarse de sonreír y hablar sin mayor sentido.

— Milo, querido—se volvió para recibir a su madre, que se había acercado con Melody a su lado.

La blonda lo miraba sin pudor, recorriendo cada uno de los músculos de su cuerpo, adivinándolos con lascivia. Sonrió en respuesta y deslizó su vista deleitándose con esos senos enhiestos y levantados, dos bolas inmóviles que hacían un escote fenomenal y que eran la mejor promoción de la opulencia de un bisturí de primera.

La falda del vestido apenas cubría la mitad de sus muslos y daba vista a sus piernas kilométricas, unas que se hacían más largas con esos tacones con los que su miembro ya había comenzado a fantasear. Ella sonrió con placer ante el escrutinio y su vista hambrienta se posó con descaro en la carpa evidente de su pantalón. Su madre continuó hablando mientras ambos se devoraban.

—Melody me dice que la tienes un tanto abandonada. Le he comentado que sin duda este éxito que hoy coronas ha de ser la principal explicación.

—Madre— le sonrió con cierta frialdad—. Dices bien.

Le encantaba el sexo y ella era una mujer sin inhibiciones, aunque algo en él se rebelaba ante el juego. Le hastiaba la facilidad y la falta de desafío que implicaba Melody. Su cuerpo reaccionaba con obvia facilidad al físico privilegiado de la hembra, su miembro la quería ya, pero su mente no parecía acompañar el deseo.

Una noche con ella sería una gimnasia sucia, sudorosa y apasionada, pero vacía de sentimientos. Bufó ante los desvaríos de su mente. ¿Sentimientos? Violet lo había impresionado más de lo necesario. Buscó concentrarse y vio que la rubia platinada pasar la lengua con cadencia por el labio superior para luego morder el inferior.

—Extraño tu compañía. Nuestras salidas tan divertidas. En el momento en el que ella levantó su brazo aparatosamente para arreglar su cabello, una bandeja inoportuna se interpuso y las copas que portaba se deslizaron, volcando el contenido sobre la persona que servía, salpicando unas gotas a Melody. Esto provocó el exagerado grito de fastidio y rabia de la mujer, que dio paso a la transformación de su rostro en una máscara fría y desdeñosa. Su voz se elevó:

—¡Es inaudito que una persona tan torpe pueda servir en un lugar tan selecto! —increpó a la moza—. ¿Sabes el valor de este vestido? No alcanzaría toda una vida de tu salario para pagarlo. Aunque imagino que mover todo ese cuerpo con fluidez debe ser imposible.

—Yo… Mil perdones, fue un mal paso—la voz temblorosa y baja, llamó la atención de Milo, que en un principio había torcido la vista para no aguantar la perorata destemplada de Melody. No le gustaba que esta mostrara su carácter caprichoso en público y menos aún que hostigara sin necesidad a quienes trabajaban. Al mirar a la mujer implicada en el incidente, se vio impactado por el rostro arrebolado y los ojos aterrados de una mujercita de mediana estatura y de curvas rotundas que el uniforme apenas podía contener.

La diatriba venenosa de Melody continuó, pero para Milo fue evidente que si alguien había sido afectado por el encontronazo era la pequeña moza. Sus ojos se concentraron en los senos traslúcidos por la camisa empapada. Su masculinidad se sacudió al notar esos globos abundantes y gloriosos, pesados y con los pezones como roca por el frio líquido.

No podía despegar la vista y sin duda ella, aún en su confusión, percibió su mirada porque el tono rojizo de sus mejillas aumentó. Milo se regodeó con esas cumbres y luego de unos segundos, con pesar, elevó su vista y la clavó en esos ojos de una negrura casi insondable, aunque aguados, probablemente al borde del llanto por los insultos y la misma situación.

Tenía una cara hermosa de nariz recta y unos labios gruesos y pulposos. Que suplicaban ser besados. Al menos esa fue la convicción que le atravesó como una flecha. En el medio de un salón en el que había mujeres de una riqueza espectacular, impactantes en su brillos y joyas, con estados físicos impecables, él sintió el deseo furioso y urgente de besar a esa desconocida y sentir sobre sí el peso de sus pechos opulentos. Debían sentirse deliciosos entre sus manos.

Hizo una mueca y procuró esconder la monumental erección y el dolor que sintió en sus testículos, obvias reacciones de deseo primario y urgente. Reacción que le dejó sin aliento al someterla a la razón implacable.

Tenía que estar muy mal para pensar así. La aparición del maître calmó los ánimos y las disculpas exageradas y untuosas hacia Melody fueron el momento en que la protagonista de su fantasía usó para salir de la vista de la furiosa rubia. Sin poder evitarlo, la siguió. La vio colarse en uno de los baños y como un vulgar espía fue tras ella, como un autómata que no pudiera dejar de seguir las imperiosas órdenes de una libido desbocada.

Por la puerta entornada, obvia evidencia del aturdimiento de la mujer, vio cómo se quitaba la camisa con agitación tratando de secar el estropicio del líquido con el seca manos. Por el reflejo del espejo pudo apreciar los senos cremosos, que parecían rogar ser acariciados. Imaginó sus dedos deslizándose hasta tocar esos pezones que se transparentaban tras el encaje del corpiño. Su garganta seca y sus ojos no perdieron detalle.

El movimiento más atrás y las voces hicieron que retrocediera con renuencia, desalentado de que la imagen desapareciera de sus ojos. Pero se obligó, no correspondía que lo sorprendieran fisgando a una mujer en un baño, cual si fuera un adolescente calentón.

Justo cuando salía se encontró con el maître, que se acercó para pedir disculpas, tal vez pensando que estaba molesto, pero él sacudió la cabeza. No quería explicaciones, no era necesario. La vio aparecer y notó que palidecía al verlo, probablemente creyendo que estaba siendo expulsada. Nerviosa, se acercó con rapidez, su timidez y nervios probablemente sobrepasados por la necesidad del empleo:

—No volverá a suceder, me disculpo nuevamente por la torpeza. Mas que las palabras, le traspasaron la urgencia y la emoción de sus ojos intensos. Se obligó a hablar, urgido por la necesidad de tranquilizarla.

—No es nada grave—dijo, en tono bajo.

¿Qué coño le pasaba? La cabeza le decía que esto era un absurdo.

¿Por qué preocuparse por alguien que no conocía? Mientras lo pensaba, las palabras del jefe fueron duras, más de lo necesario.

—Has sido descuidada y sin duda has desaprovechado la oportunidad que la empresa te ha dado.

—Fue un accidente sin importancia—medió, buscando frenar el tono inflexible del hombre, que tan complaciente como era con él y Melody, se volvía duro para sus subalternos. <<Excesivo>>, pensó.

—No es el primero—el maître pretendía congraciarse con él y maldita gracia que le hacía.

Había una desesperación tan profunda en los ojos aguados que Milo sintió que lo sacudían esas emociones, algo que no solía pasarle: él no se preocupaba por nadie más que por sus hermanos.

—Por supuesto que la limpieza del vestido de la señorita Melody será descontado de tu salario.

La palidez y las lágrimas que se escaparon de sus ojos bellos desarmaron a Milo, que convirtió sus manos en puños para evitar que sus dedos viajaran hasta esas mejillas suaves para enjugar esas lágrimas que traicionaban la orgullosa necesidad de contenerse.

—No creo que eso sea necesario.

—Así es la política de nuestra empresa—contestó el hombre—. La satisfacción del cliente es lo primordial.

Milo hubiera querido decir que su satisfacción en este momento sería que ella no llorara y lo dejara abrazarla, pero fue tan ridículo que solo pudo darse vuelta y dejarlos atrás, enfurecido por su propia estupidez. Estaba claro que estaba más cansado de lo que creía. Regresó a la fiesta, pero esta había perdido todo interés para él.

Revisó el ático con su mirada mientras fingía interés en las conversaciones inocuas y agotadoras y miró a cada uno de los integrantes del staff que servían, pero la joven ya no se encontraba entre ellos. Luego de un rato, se acercó al maître y le indicó de manera autoritaria que quería saber el nombre de la joven que había protagonizado el incidente. Este se amedrentó y pretendió deslindar a la empresa de cualquier mal paso, cosa que él rápidamente aceptó.

Capítulo 144 1

Capítulo 144 2

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