"La verdad es que la señora es muy buena persona, siempre nos trata con amabilidad, nunca nos grita ni nos trata mal. Yo que he estado a su lado y he visto a tanta gente, puedo decir que la señora tiene un corazón de oro".
Roque echó una mirada a Poncho y le dijo con tono cortante: "No hables de más".
Poncho entonces se quedó callado y sacó silenciosamente el dinero tirado la noche anterior. Era el dinero que Zulema había recogido billete por billete.
Roque golpeó los platos y los cubiertos sobre la mesa con fuerza. Los demás empleados se asustaron tanto que ni se atrevieron a respirar ruidosamente.
"¿Qué está tratando de decir? ¿Eh?", le preguntó Roque.
Poncho hizo un gesto de cerrar su boca con una cremallera.
"¡Te estoy diciendo que hables!".
"Señor Malavé, yo tampoco lo sé, la señora me pidió que le entregara esto", le respondió Poncho. "Llamaron del hospital, la condición de Edelmira no puede esperar más, si hay que medicarla tiene que ser ya, porque cada día que pasa, el tratamiento pierde efectividad".
Roque puso cara seria.
"Edelmira estaba en coma, y ahora ya despertó, gracias al doctor y a sus ganas de vivir. Señor Malavé, usted la ha curado, ¿qué más da darle el último empujón con los medicamentos?".
"Poncho".
"Aquí estoy, señor Malavé".
Roque dijo con voz sombría: "Siempre estás, de una manera u otra, ayudando a Zulema".
"Yo solo digo la verdad, señor". Poncho tenía muchos años de experiencia, antes había trabajado en la antigua mansión de los Malavé, al lado de Justino. Después de que Justino falleció, se fue a Villa Aurora para manejar todos los asuntos de la casa. Se podía decir que vio crecer a Roque y que podía hablarle de tú a tú.
"¿Qué te ha dado Zulema a cambio? ¿Eh?".
"Nada, ¿qué podría darme la señora?". Zulema estaba entre la espada y la pared, apenas podía salvarse a sí misma.
Roque soltó un resoplido frío y miró el caldo de resaca que Poncho había colocado intencionadamente en el lugar más visible de la mesa. Después de un rato, dijo: "Diles en el hospital que por este mes..."
"¡Señor Malavé!". La voz de Reyna surgió de repente, interrumpiendo sus palabras, entró apresuradamente, con una expresión de preocupación: "¿Ya se le pasó la resaca? Estuve preocupada por usted toda la noche, casi no pude dormir".
"¿Anoche?".
"Sí, yo estuve cuidándolo en el bar por mucho tiempo, ¿señor Malavé, no se acuerda?".
Él murmuró: "No recuerdo nada".
Reyna puchereó: "Usted bebió tanto, y yo no podía hacer que parara, seguro que la resaca es terrible, ¿le duele la cabeza?". Dicho eso, iba a extender la mano para masajear sus sienes, pero Roque se apartó.
"Señorita Navarro, la persona que trajo al señor Malavé anoche fue el señor Baylón", la interrumpió Poncho.
Reyna le lanzó una mirada fulminante. ¡Poncho siempre hablando en contra de ella!
"Lo sé, fue el señor Baylón quien dijo que ya era tarde y que no me dejó venir", respondió Reyna. "Señor Malavé, ¿de qué medicina estaba hablando? ¿Para quién?".
"No te incumbe".
"¿Es para la madre de Zulema? Anoche me lo mencionó".
Roque frunció el ceño. ¿Qué había dicho y hecho después de emborracharse?
Reyna habló rápidamente: "Señor Malavé, no debería salvar a la madre de Zulema. Esa gente no agradece, ¡es inútil salvarla!".
"¿Tienes idea de lo que estás diciendo?".
Ella ni siquiera conocía a Edelmira y se atrevía a juzgarla. Roque se sentía cada vez más disgustado de ella, esa mujer era realmente diferente a la de esa noche, o tal vez esa noche había estado demasiado involucrado, dejándose llevar.
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