Poncho habló sereno y firme: "Señorita Navarro, primero demuestra que puedes hacerlo, luego hablamos".
Reyna estaba a punto de estallar en ira, cuando la puerta del restaurante se abrió, y Roque salió de adentro.
"Dile al hospital que vigilen a Edelmira, ¡que Zulema no se le acerque! Si hay algún error, ¡ustedes asumen las consecuencias!", ordenó.
"Señor Malavé, ¿y la medicina?".
"¡No se la den!".
Poncho sacudió la cabeza, lamentándose; le había faltado tan poco. ¡Si Reyna hubiera llegado unos minutos más tarde, Edelmira habría podido recibir su medicina a tiempo!
Reyna estaba triunfante: "Mira, ¿quieres ayudar a Zulema? ¡Ni lo sueñes!". Después de lograr su cometido, estaba de excelente humor.
Roque, con el rostro sombrío, llegó a la empresa.
Al verlo así, Saúl presintió que algo malo sucedía. Ese día tenía que trabajar con el máximo esfuerzo; la expresión de Señor Malavé era un barómetro del ambiente en la empresa, y claramente indicaba una tormenta eléctrica de nivel diez.
Y Saúl no se equivocó. Dentro de la oficina del presidente, los ejecutivos entraban y salían, siendo reprendidos duramente uno tras otro. Ya iba por la quinta taza de café, las anteriores habían terminado añicos.
"Saúl", preguntó la secretaria. "¿Qué le pasó hoy al Señor Malavé que está tan explosivo?".
"Ni idea, llegó así a la empresa".
"Entonces hoy todos tenemos que andarnos con cuidado".
Saúl asintió: "Concéntrate en tu trabajo. Llama al servicio de limpieza para que recoja los restos de las tazas rotas".
"Está bien, Saúl".
En Grupo Malavé, todos se sentían en la cuerda floja. El Señor Malavé reprendía a los ejecutivos, a los directores, a los empleados, a todos.
Zulema escuchaba a sus compañeros hablar de Roque, con la mirada perdida. Él tenía poder y autoridad, y con solo un mal gesto suyo, muchos tendrían que andar con pies de plomo.
¿Y ella? Ni siquiera con dinero podía comprar la medicina para su madre en el hospital.
Zulema le envió un mensaje a Facundo: [Te devolveré el dinero en un par de días]
Justo después de enviarlo, este la llamó, viendo su número, ella no contestó. No podía seguir involucrándose con él, podría causarle problemas. Ya que su antiguo romance ya había terminado y estaban a mano, era mejor dejarlo así.
Al ver que no contestaba, él no paró de enviarle mensajes:
[Zulema, ¿tu madre ya tomó su medicina?]
[¿Cómo está ella?]
[¿Cuándo me llevarás a visitarla?]
[Zulema, respóndeme, di algo]
Ella leía los mensajes, sintiéndose miserable. No importaba cuánto ella y Facundo se esforzaran por salvar a su madre, no podían contra una sola palabra de Roque, él tenía el control absoluto.
"Señora", Saúl apareció de repente, con la voz baja. "El Señor Malavé quiere verla".
"Ah, ¿dijo de qué se trata?".
Saúl negó con la cabeza. Zulema se puso en pie y se dirigió hacia la oficina del presidente, detrás de ella, los colegas empezaron a murmurar.
"¿Ir a la oficina del Señor Malavé ahora? Seguro que le va a costar caro".
"¿Para qué la quiere el Señor Malavé? 'Malavillamor' está funcionando bien, ¿no?".
"Quién sabe, he notado que Zulema va seguido a la oficina del presidente".
"¿No será que ella y el Señor Malavé tienen algo turbio?".
"¡Silencio, no se puede hablar así sin más!".
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