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La Heredera: Gambito de Diamantes romance Capítulo 2

El color abandonó el rostro de Sebastián. Sus ojos, usualmente serenos y controlados, se abrieron con incredulidad mientras procesaba las palabras de Isabel. La mandíbula se le tensó, un gesto involuntario que delataba su pérdida momentánea de control.

"¿Cancelar la boda? ¿Se ha vuelto loca?", el pensamiento atravesó su mente como un relámpago.

Sus dedos tamborilearon nerviosamente sobre el escritorio antes de hablar.

—Te prometo que en cuanto Iris se recupere, te daré una boda todavía más espectacular.

Isabel alzó una ceja, un gesto cargado de ironía que había perfeccionado a lo largo de los años.

—¿Enferma o embarazada?

El aire en la oficina se volvió tan denso que podría cortarse con un cuchillo. La pregunta flotó entre ellos como una nube de tormenta.

La expresión de Sebastián se endureció, sus ojos se tornaron glaciales.

—¿Qué tanto sabes?

Isabel mantuvo su postura erguida, su voz destilando sarcasmo.

—Qué casualidad que te vieron en ginecología, ¿no? Y ahora me vienes con el cuento de una boda más espectacular...

"A una semana de la boda", pensó Isabel, mientras sus uñas se clavaban en la palma de su mano. "Te apareces con ella en ginecología y luego me hablas de una boda más grande. ¿De verdad creíste que me quedaría callada después de que jugaras a dos bandas?"

La tensión en el rostro de Sebastián aumentó visiblemente.

—No está embarazada, te lo juro. Está enferma.

—¿Tan enferma que necesitas acompañarla personalmente al hospital? —Isabel ladeó la cabeza, su voz afilada como una navaja—. ¿Qué tipo de relación tienen ahora?

La pregunta golpeó a Sebastián como una bofetada. Su rostro se ensombreció aún más, las venas de su cuello marcándose bajo la piel.

Isabel, hastiada de esa expresión que conocía demasiado bien, se levantó con elegancia estudiada. Sus tacones resonaron contra el piso de mármol mientras se dirigía hacia la puerta.

—Ya que regresó, mejor que se quede —comentó sin volverse—. Al fin y al cabo, las deudas en Puerto San Rafael no se saldan de la noche a la mañana.

"Dos años", reflexionó Isabel. "Dos años de aparente tranquilidad". Sebastián, por Iris, había abierto una grieta en su relación, e Isabel, siguiéndole el juego, la había convertido en un abismo...

"El amor es cosa de dos", pensó con amargura. "No tiene caso cuando solo uno está remando".

—¡No te atrevas a amenazarla! —La voz de Sebastián tronó en la oficina.

Una risa escapó de los labios de Isabel mientras su mano se posaba sobre el pomo de la puerta.

Los nudillos de Sebastián se tornaron blancos mientras apretaba los puños.

—¿Y la boda qué? —escupió entre dientes—. ¿Crees que puedes cancelarla así nada más? ¿O acaso tienes un plan B con la familia Galindo?

La mención de la familia Galindo fue como un cubo de agua helada. Isabel sintió el frío arrastrarse por su columna. Ese apellido evocaba memorias de un hogar que nunca fue realmente suyo, de una familia que nunca la consideró verdaderamente parte de ellos.

Capítulo 2 1

Capítulo 2 2

Capítulo 2 3

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