El humo del cigarrillo se elevó en espirales mientras Esteban exhalaba con una sonrisa sarcástica.
—¿Contenerla? —soltó una risa seca—. Qué ingenuo.
"Como si no conociera el carácter de mi pequeña tigresa", pensó. Si Camila no hubiera pasado años atormentando a Isabel, quizás ahora Ander no tendría que mendigar un simple 'perdón'.
...
Al otro lado de la línea, el rostro de Ander se tornó púrpura de rabia al escuchar el tono de llamada terminada. Sus ojos se clavaron en Camila, quien intentaba desayunar con exagerada delicadeza, como si el menor ruido pudiera desatar el infierno.
Y así fue. El estruendo de la mesa volcándose resonó por todo el comedor. Todo sucedió tan rápido que Camila ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar. La avena caliente se derramó sobre su falda de diseñador, arrancándole un grito ahogado.
—¿Qué te pasa? —Camila se levantó de un salto, sacudiéndose la falda arruinada—. ¿Te desquitas conmigo porque no pudiste resolver tus asuntos?
Sus palabras solo avivaron la furia de Ander. Aprovechando la ausencia de sus padres, dejó salir toda su frustración.
—¡Ve ahora mismo a pedirle disculpas a Isabel!
Los ojos de Camila se abrieron como platos.
—¿Qué? ¿A quién? —su voz tembló de indignación—. ¿Estás hablando en serio?
"¿A Isabel? ¿A esa niña mimada que toda la familia Galindo desprecia? ¿Esa inútil merece que yo me disculpe?"
—¿Te volviste loco o qué?
Ander se acercó amenazante.
—Si no consigues su perdón hoy mismo, te voy a enseñar lo que es estar loco de verdad.
El ceño fruncido de su hermano y la tensión en su mandíbula le confirmaron a Camila que no estaba jugando.
—No pienso ir —su respuesta fue inmediata y tajante.
—¿No vas a ir? ¡Perfecto! —Ander apretó los puños—. Entonces agarra tus cosas y lárgate de aquí.
—¿Qué estás...? —Camila palideció—. No puedes estar hablando en serio.
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