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La inocente esposa del CEO: Te recuperaré romance Capítulo 5

La frente de Benedict se frunce al ver a Isabella parada en la puerta. Ella, por su parte, no puede creer lo que está viendo. Una mujer rubia, que más o menos tiene la edad de él, está sentada en el regazo de su esposo con los brazos alrededor de su cuello. A él parece no molestarle esta acción.

—¿Quién eres tú? —pregunta Ana mirando a Isabella, enfadada por la interrupción—. ¿Por qué entras sin tocar? ¿Eres una empleada nueva acaso?

Isabella no consigue ocultar su desazón. Benedict aprovecha la oportunidad y levanta a Ana de su regazo.

—Vete, tengo una junta dentro de diez minutos. —La lleva a la puerta y la saca.

—Pero Benedict, estábamos tan a gusto. ¿No puedo quedarme esos diez minutos que tienes libre?

Ana acaricia de forma seductora la chaqueta de Benedict antes de fingir acomodar su pañuelo. Cuando está a punto de darle un beso en los labios, él la aparta.

—No, tengo cosas importantes que resolver.

Benedict entra a la oficina y cierra la puerta. Isabella sigue parada en el mismo lugar, con la mirada fija en algún punto de la vista de la ciudad por la ventana.

—¿A qué se debe esa cara? —se burla cuando nota su enojo—. Pareces molesta.

—Había una mujer sentada en tu regazo cuando llegué, Benedict —responde Isabella en voz baja—. No esperarás que no me sorprenda, ¿verdad? Nuestra boda fue apenas anoche.

—Una boda en la que la novia real no llegó, pero sí una impostora y una mujerzuela, ¿no?

—Sigo siendo tu esposa, aunque sea solo por papel. Merezco un poco de respeto.

Benedict suelta una carcajada. Para él, Isabella no merece ningún tipo de respeto.

—Si tanto te molesta, puedes irte. Nadie te detiene. No tienes nada que hacer aquí.

—No estoy aquí porque me guste especialmente estar a tu lado, tu madre me obligó a venir. Me advirtió que debía estar a tu lado, ayudándote en todo. No eres el único que tiene que aguantar, también yo debo hacerlo.

—Así que quieres ser mi asistente, te enseñaré a serlo.

—Esos ya no me sirven, te tardaste demasiado. Ahora haz de estos y no te tardes tanto.

Benedict coloca en sus manos otras carpetas, llenas de documentos. El rostro de Isabella se torna pálido, pero asiente y sale con las carpetas en las manos.

La reunión prosigue. Isabella vuelve con las copias, ahora en menos tiempo que antes, pero cuando coloca los papeles encima de la mesa, su esposo vuelve a hacer lo mismo. Bota todo en el basurero y agarra otros para ordenarle lo mismo que antes.

Su rostro, que con anterioridad lucía agotado de tanto ir y venir, ahora está teñido de rojo. La diversión en las caras de aquellos hombres, la hacen sentir bastante avergonzada.

Esta vez, Isabella tarda un poco más en agarrar los papeles. Benedict le dedica esa sonrisa malvada a la que ya la tiene acostumbrada. La está humillando frente a todos, y lo está haciendo muy bien.

—Si no sirves para hacer unas simples copias, ¿qué te hace pensar que podrás permanecer en el clan Arrabal?

Su pregunta cae como un balde de agua fría sobre su cara. Los ojos de Isabella se llenan de una determinación que antes no tenía. Él está tratando de hartarla para que se vaya, pero no lo va a conseguir.

Acomoda los papeles en orden antes de volver a la fotocopiadora.

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