Isabel no miró atrás a pesar de que su corazón dio un brinco, no comprendió porque, así que lo ignoró por completo. Era su única salida y en cuanto estuviera en un lugar reconocible para ella se alejaría del hombre con olor a tabaco que maneja la moto.
La noche había caído y el frio calaba en los huesos de Isabel, el dolor que había olvidado un poco por el loco que la acompañaba volvió de golpe al ser consiente que se dirige a casa. ¿Tendrá ella las fuerzas para enfrentarse a esos dos enfermos que le propusieron una relación de tres a pensar que uno de los integrantes es su madre?
Las dudas la azotaron, ¿Qué es lo que debía hacer? ¿Debía irse a otra parte como era el plan original? ¿Qué tiene que ver ese loco que dijo tales rarezas? El que la velocidad redujera la sacó de sus pensamientos, ellos estaban en medio de la nada, ¿Por qué se detenía?
―Nos falta un largo camino. ―Le recordó. ―Creó que no es buen momento para detenernos. ―El hombre sin escucharla bajó de la moto y admiró sus enormes caderas.
―Digamos que necesito este descanso. ―Su tono no le gustó a Isabel, pero mantuvo la calma.
―¿Te sientes mal? ―Frunció el ceño.
―Digamos que sí. ―Suspiró al quitarse el casco. ―Y tú puedes ayudarme con esto.
―No sé conducir una moto. ―Fue ingenua como la mayoría de las veces. ―Yo…
―Para esto si bien debes saber moverte, no es necesario que conduzcas. ―Isabel se quitó el casco al bajar de la moto, su corazón inició a marchar con rapidez, ella podía percibir el peligro. ―Vamos, no te alejes de mí. ―Sonrió el desagradable hombre observando como ella mira a su alrededor. ―Aquí nadie nos molestará, sé que quieres esto.
―Yo solo quería un aventón. ―Le aclaró alejándose un poco más, él no dejaba de acercarse.
―Vamos, no tengas miedo, preciosa. ―No dejó de avanzar, ella estaba caminando en dirección al bosque y era lo mejor. ―Quiero que tus gordas nalgas reboten mientras te sientas en mi verga. ―La voz se le volvió más rasposa situación que estremeció del miedo a Isabel. ―Pero antes tendrás que chupármela hasta que esté bien dura.
―¡No se acerque! ―Isabel no tuvo más opción que huir y lo hizo en dirección al bosque.
Ella no pensó en que eso era más peligroso, simplemente se internó en el bosque e intentó alejarse lo más posible del asqueroso hombre que le estaba pisando los talones. Podía escucharlo bastante cerca, su risa y las cosas que le gritaba eran repugnantes y sabía que no podía caer en las garras de ese depravado.
―Ven aquí, maldita puta. ―Gruñó el hombre ya cansado de perseguirla. ―¡Que vengas aquí! ―El tono con el que le exigió que se detuviera hizo que Isabel se tropezara.
―Dios. ―Jadeó por el golpe secó que se dio con el sueño. ―Aaahhh. ―El tirón de pelo la hizo gritar con dolor. ―No, no me toques, no por favor. ―Intentó huir, pero el hombre la tenía bien agarrada.
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