La Pequeña Novia del Sr. Mu romance Capítulo 1697

Jackson movió ligeramente la barbilla para decir "está bien".

Al ver a Mark desaparecer en la distancia, Tiffany no pudo evitar refunfuñar en voz baja, “¿Su mald*ta tía otra vez? ¡Por el amor de Cristo! ¡Cariño, tienes la paciencia de una diosa para tolerar esta mierda hasta este punto!"

Arianne le dedicó una débil y leve sonrisa. "Créeme, está bien esta vez. Siempre hace lo que me promete, ¿y honestamente? Si no tuve problemas para soportar esto durante tanto tiempo, soportar esto un poco más no es nada".

...

Tan pronto como Mark regresó al Chalet de Tremont, subió las escaleras hacia donde estaba Shelly.

Henry estaba en medio de vendar la mano de la mujer. Él fue quien llamó a Mark sobre lo sucedido; aparentemente, en un intento desesperado por evitar ser internada en una institución, Shelly se cortó la muñeca cuando nadie del séquito estaba mirando.

Aunque su herida había sido tratada correctamente y ahora estaba bien envuelta por rondas y rondas de vendaje, todavía había un poco de sangre manchando la capa más externa desde abajo.

El rostro de Mark tenía el color de una tormenta tenebrosa. Mientras estaba a unos metros de ella, sus manos se cerraron en puños con furia.

"¡¿Qué diablos quieres?!" él estalló. “Mírate a ti misma, si tu salud mental no estuviera llena de m*erda, ¡no habrías hecho todas estas cosas! ¿Pero sabes qué? Si quieres hacer un servicio como este a todos, ¡sé mi invitada! Mátate si tanto quieres morir; ¡adelante! Henry, estás exento de cuidarla. ¡Déjala morir si así lo desea!"

Henry no dijo nada ni detuvo su acción. Sabía que era una ira involuntaria la que sustentaba el arrebato de Mark. Si Shelly muriera, su jefe estaría muy devastado.

Los pálidos labios de Shelly se curvaron en una sonrisa sin vida. "Te rebajarás tan bajo... todo por el bien de una Arianne Wynn. Para ella, no ves ningún problema en encerrar a tu madre en un manicomio. Esto es todo lo que querías, ¿no? Encontrar un lugar para encerrarme, solo para que puedas recibir a esa mujer con los brazos abiertos aquí”, dijo con desdén. “Ella es imperdonable, ¿pero tú? Estás más allá de la palidez, más allá del perdón. Divulgaré todas tus acciones en público, bajo el sol. Entonces veremos qué les depara el futuro a miserables como tú.”

Los estallidos audibles de los dígitos crujidos escaparon de los puños apretados de Mark. Claramente estaba hirviendo en el punto de ebullición de su lividez.