Evaristo jamás hubiera imaginado que el lugar al que Vanessa los llevaba sería un cementerio.
El cementerio estaba desierto y daba escalofríos, tenía un aire helado que no se podía describir.
Los arrastraron al auto y luego los sacaron a rastras. En el momento en que vieron la lápida de la madre de Vanessa, ¡Evaristo se asustó hasta perder el alma!
"¡Vanessa, estás loca! ¿Por qué nos trajiste a un lugar así?".
Lorena no pudo contenerse y empezó a maldecir, luego se dio la vuelta para irse.
Dos guardaespaldas la agarraron de inmediato, y con una mirada de Vanessa, la sujetaron con fuerza y se arrodillaron frente a la lápida.
Evaristo y Rosalía también fueron forzados a arrodillarse.
Vanessa miró la lápida de su madre con emociones encontradas y ganas de llorar. Se acercó con temblor a la lápida y con los dedos acarició suavemente la piedra, su voz se quebró: "Mamá, vine a verte".
En su vida pasada no supo juzgar a las personas, pero en esta vida, todo sería diferente.
Ella vengaría a su madre.
Haría que esa gente pagara un precio doloroso.
Vanessa exhaló, se puso de pie y los miró con desdén a los tres.
"¡Vanessa! ¡Yo soy tu papá!". Evaristo fue inmovilizado por los guardaespaldas, sólo pudo gritar con desesperación: "¡Eres mi hija! ¿Cómo te atreves a tratarme así?".
"¡¿Vanessa, qué te pasa?!". Rosalía estaba aterrorizada, cuando vio la tumba de la madre de Vanessa, su corazón comenzó a latir más rápido: "Deja de hacer esto, por favor".
"¡Plaf!".
Un sonoro bofetón resonó, Vanessa levantó la mano y le dio una cachetada.
"Cállate".
"¡Vanessa! ¿Cómo te atreves a golpear a mi mamá?". Lorena chilló.
Vanessa la miró con indiferencia, levantó la mano de nuevo y dio otra bofetada.
Ella tenía fuerza, Rosalía quedó aturdida y con la cara hinchada como un cerdo.
Lorena temblaba de furia, pero los guardaespaldas la estaban sujetando y no podía hacer nada más que maldecir: "Vanessa, te crees la gran cosa, ¿verdad? ¿Sólo puedes actuar así porque le gustas al Sr. Armando!".
Al escuchar eso, Vanessa se rio con indiferencia: "Sí, me estoy aprovechado porque le gusto a Armando, con él respaldándome, ¿qué puedes hacerme?".
Lorena se sintió tan molesta por la confianza de Vanessa que no pudo hablar, sólo temblaba.
La mirada de Vanessa se deslizó sobre los tres, ahora estaban en un estado lamentable, presionados contra el suelo por los guardaespaldas, con el pelo suelto y la ropa desordenada, era repugnante.
Los incidentes con la familia Joya y en el cementerio, él los sabía todos.
El cambio en Vanessa era realmente extraño, como si estuviera poseída.
Vanessa se tensó, giró la cabeza y se encontró con la mirada de Armando, dijo con la garganta apretada: "Entonces... ¿todavía me quieres?".
En realidad, en su vida pasada y en esta, no entendía realmente qué era lo que Armando veía en ella.
"¿En qué estás pensando? No importa cómo seas, siempre serás mi mujer".
Armando notó que ella estaba algo nerviosa y con un gesto tranquilizador, le dio una palmadita en la cabeza. Parecía que la chica tenía un secreto, pero como no lo quería decir, él tampoco preguntaría.
Vanessa suspiró aliviada y sintió un calorcito en el corazón.
Él echó un vistazo a su reloj: "¿Tienes hambre? ¿Quieres ir a comer algo?".
Vanessa no tenía nada de hambre. ¡Había comido después de las diez y se había zampado dos platos de comida!
Pero al pensar que Armando se había ido esa mañana sin desayunar y que posiblemente había estado con hambre todo el tiempo, asintió obedientemente.
Armando sonrió con picardía: "Entonces, tu marido te llevará a comer algo rico".

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