-Te acompañaré adentro. -Gael cambió de opinión tres segundos después.
La soltó y la hizo retroceder un paso.
-¡No, no puede! -dijeron todos.
El Teniente Saldaña le recordó:
-Jefe es demasiado peligroso que entre. Si el Subcomandante se entera, ¡no seremos capaces de explicárselo!
-Deja de decir tonterías. Es igual de peligroso para cualquiera que entre. ¡Permanezcan a la espera! -ordenó Gael con determinación.
-Pero Jefe... -Justo cuando el Teniente Saldaña iba a decir algo, Gael le lanzó una fría mirada.
El Teniente Saldaña se calló de inmediato y asintió con impotencia:
»Sí, Señor.
Gael agarró a Blanca del brazo y tiró de ella hacia la habitación 801. Blanca llamó a la puerta, mientras él la tomaba de la mano. Sentía como si una corriente eléctrica fluyera por el dorso de su mano. Ella la retiró agitada. No estaba acostumbrada a que la tocaran los hombres.
Gael la miró con frialdad en respuesta a su rechazo. Encendió la grabadora de su teléfono y dijo sin demostrar ninguna emoción:
-Antes de entrar, diga sus últimas palabras. Si muere, se lo enviaremos a su familia.
-Envíeselo a mi marido. -Blanca dijo indiferente mientras tomaba el teléfono de Gael-. Sergio, espero que no nos volvamos a encontrar en la próxima vida. Dona todo mi cuerpo. No me importa si se utiliza para disecciones o trasplantes de órganos. Espero no volver a verte. -Blanca terminó de grabar y devolvió el teléfono a Gael.
Él le dirigió una mirada extraña.
-¿Hay algo más que quiera decir?
La mirada de Blanca se suavizó un poco:
-Dele todo el dinero que me queda a mi madre. Si es posible, espero que pueda cuidar de ella.
-Por supuesto —prometió Gael.
Blanca se sintió aliviada y miró a la puerta:
—Ya podemos entrar.
-La mujer que está secuestrada dentro es la novia de un alto funcionario, así que debemos garantizar la seguridad de ella y de su bebé. No estará en peligro hasta que yo lo esté. Tiene mi palabra -dijo Gael con voz profunda.
Blanca se detuvo y puso su mirada fija en sus ojos. Sintió como si se hubiera asomado a un abismo profundo e interminable. También se sintió un poco melancólica. Un tipo demasiado atractivo le acababa de decir: «no estarás en peligro hasta que yo lo esté».
Aunque fuera un desconocido, una promesa así debía darle calidez al corazón de cualquiera. En especial cuando su corazón se sentía insensible y frío en ese momento.
-No tengo miedo. -Blanca mostró una ligera sonrisa-.
Pero, aunque así fuera, gracias.
-Ni lo diga -dijo Gael.
Jaló a Blanca detrás de él y llamó a la puerta.
La puerta se abrió despacio.
-Deja que la mujer entre sola -dijo la persona que estaba en el interior.
-Necesita un asistente para poder realizar la operación.
Seremos solo nosotros dos. -Gael negoció.
—No. ¿Quién sabe qué tretas podrían hacer?
-¿Y dejar que tu único rehén muera? -dijo Gael con frialdad.
Su tono era tan dominante y poderoso que haría estremecer a cualquiera. La persona dudó durante unos segundos.
-Bien, tienes agallas. ¡Entren!
Gael empujó la puerta y entró. Una pistola le apuntaba a la cabeza. Blanca lo miró con preocupación, pero su expresión no cambió.
El hombre que tenía la cabeza rapada registró a Gael y no encontró ningún arma en él.
»Será mejor que no intentes nada raro. -Guardó su arma.
—Me duele. ¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme! —El grito de la mujer embarazada llegó desde el dormitorio principal.
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