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La seducción del director general romance Capítulo 3

Blanca no perdió tiempo y abrió los pantalones de la embarazada con unas tijeras. Las piernas del bebé ya estaban casi afuera. No había tiempo para realizar una cesárea. El bebé se asfixiaría si esperaban más tiempo.

-Por favor, tengan un poco de paciencia. —Blanca le inyectó la anestesia y le hizo un corte.-

La anestesia todavía no había hecho efecto del todo. La mujer embarazada sintió el dolor y gritó:

-¡P*rra, te voy a demandar! ¡Perderás tu trabajo como médico!

-Puedes demandarme después de que el bebé nazca sano y salvo. Estaré en espera de ello -dijo con indiferencia Blanca.

Al final ayudó a dar a luz al bebé sin problemas y cortó el cordón umbilical de manera limpia.

—¡Búa... Búa! —El bebé lloró con fuerza.

Blanca dejó escapar una sonrisa de alivio mientras miraba a la mujer embarazada. La mujer ya se había desmayado. Blanca frunció el ceño. De inmediato dejó al bebé en el suelo y revisó a la mujer.

-¡Oficial! -gritó preocupada.

Gael miró a Blanca. Había gotas de sudor en su frente. Tuvo un mal presentimiento en sus entrañas.

-¿Qué ocurre? -peguntó Gael.

-Su presión arterial es baja. Tenemos que administrarle un goteo y hospitalizarla para controlar su estado -informó Blanca.

Gael miró a los matones y dijo sin dudar:

-Dejen que se vayan. Yo seré su rehén.

Los tres matones se miraron entre sí. El hombre de la cabeza rapada del equipo miró la hora en su reloj.

-Quedan cuarenta minutos para que llegue el avión. Si dejamos que se vayan y que tú te quedes, ¿no acabaríamos con una bomba de tiempo en nuestras manos?

-Me quedaré —dijo Blanca. Gael miró a Blanca confuso, pero ella se limitó a sonreír un poco y le dijo al hombre-: Date prisa y llévalos al hospital o ambos morirán.

-¡Ninguno de ustedes se va a ir! -gritó el hombre de la cabeza rapada.

Blanca miró al hombre.

—Mantener a una mujer recién parida inconsciente, a un bebé que espera ser alimentado y a un soldado bien entrenado aquí contigo también sería una carga, ¿no?

—Deja que se vayan —dijo el hombre más viejo y alto.

El hombre con la cabeza rapada asintió y se hizo a un lado. Gael miró a Blanca sin decir nada. Llevó a la mujer en la espalda y al bebé en brazos mientras se marchaba rápido.

Los hombres de afuera respondieron de inmediato.

Dejaron escapar un suspiro de alivio al ver que la madre y el niño salían sanos y salvos.

-Llévenlos al hospital. -Gael los entregó a los soldados.

Desvió su mirada hacia la sala 801 y ordenó:

-Teniente Saldaña, prepare a los francotiradores.

-Jefe, ahora que han sido rescatados, nuestro trabajo ha terminado aquí. Puede tomarse un descanso y dejar esto al equipo antidroga. El Teniente Saldaña dijo de manera respetuosa.

—¿Cómo voy a descansar si el rehén sigue adentro? —le gritó con frialdad al Teniente Saldaña.

Este último no podía entender por qué el Jefe estaba tan enojado. Al igual que no entendía por qué él quería participar en esa misión de forma personal.

-Entonces, me encargaré de los francotiradores de inmediato -dijo el Teniente Saldaña mientras asentía.

-Si tiene que elegir entre sacrificar la seguridad del rehén o dejar escapar a los matones, elija lo segundo.

Al Teniente Saldaña le pareció todavía más extraño ahora. El Jefe siempre se había mostrado firme y nunca cedía ante los terroristas.

«¿Por qué actuaba de forma tan extraña esta vez?».

El tiempo pasó.

Gael estaba de pie junto a la ventana, contemplaba la oscuridad de la noche.

Tuvo un pequeño accidente cuando fue a una misión especial hace tres años. Le inyectaron una extraña y poderosa droga y lo dejaron a su suerte. Mientras se sentía al borde de la muerte, ella había aparecido y él la tomó sin contenerse.

Capítulo 3 1

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