Elian regresó esa noche más temprano de lo habitual, pero venía malhumorado. Se aflojó la corbata con rabia y arrojó su saco hacia el perchero. Tan bien que iba su día... hasta que apareció ese bastardo. Lo odiaba con toda su alma.
—Amor —Saphira se aseguró de que no hubiera nadie cerca y lo recibió con un abrazo y un beso—. ¿Cómo te fue?
Él la apartó bruscamente por los hombros, mirando a su alrededor.
—¿Estás loca? —gruñó—. Alguien podría vernos.
—Todos aquí saben lo nuestro, ¿qué hay que esconder?
—Pues ese maldito anciano no lo sabe —espetó—. Tienes que tener cuidado, es leal a Medea. Si nos ve, estamos acabados, así que compórtate.
Saphira frunció el ceño.
—¿Por qué estás enojado ahora? —le reclamó—. ¿Pasó algo en el trabajo? Cuando vienes insoportable, te quieres desquitar conmigo.
—No es de tu incumbencia —pasó junto a ella, fastidiado—. Iré a ver a Alin.
La dejó atrás y subió las escaleras. Al menos, ver a su pequeña hija le traía algo de paz y calma. Al entrar a su habitación, ella estaba sobre la cama dibujando.
—¡Papi! —exclamó emocionada—. ¡Llegaste!
Elian se agachó para recibirla cuando ella se lanzó a sus brazos. La levantó y le besó las mejillas con cariño.
—Cielo mío —murmuró—. ¿Qué haces despierta aún? Debes descansar. Mañana tienes escuela.
—Es que estaba terminando mi tarea.
—¿Saphira no te ayudó?
—Sí lo hice —en ese momento ella entró—. Pero ya sabes que le encanta jugar con los crayones.
—Mira, papi —Elian la bajó de sus brazos y ella corrió hacia la cama, tomó una hoja de papel y le mostró su dibujo—. Somos nosotros.
—Oye, qué lindo —dijo él al tomarlo—. A ver, señala a cada uno.
—Este eres tú —señaló un muñeco de palitos con traje—. Y esta es mi mami, y yo en el centro, tomada de sus manos.
—Cariño, me dibujaste muy pequeña —se rió Saphira—. ¡Parezco de tu edad!
—Pero mami es bonita —la abrazó, mimosa.
—Tú también eres hermosa, mi princesa —le respondió acariciando su cabeza—. Pero ya es hora de ir a dormir.
—Espera —Elian cambió el tono y su rostro se puso serio—. Alin, cariño, ¿has ido a ver a tu madre? Me refiero a Medea.
La niña frunció los labios, molesta, y se cruzó de brazos.
—Ella no es mi madre —refunfuñó—. ¿No dijiste tú y mami que no era su hija? ¿Por qué debería verla? Además mamá me dice...
—¿Qué le has estado diciendo, Saphira? —Elian la miró molesto—. ¿Quieres levantar sospechas o qué? Alin es hija de Medea para todos, así que deja de decirle tonterías. No arruines las cosas.
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