—¡El Dragón de los Nueve Tatuajes!, ¡Dante Huerta! —Cuando todos escucharon el título, sus rostros palidecieron inmediatamente.
Dante era una fuerza aterradora a tener en cuenta en Ciudad Fortaleza. En una ocasión había cortado en pedazos a nueve enemigos usando solo un cuchillo, que resultó ser la batalla que le había valido el título. Así fue también como ascendió al poder como dios de la guerra del Distrito Oeste.
Todos en Ciudad Fortaleza sabían exactamente lo despiadado que era y cuando se enteraron de que Aliento de perro era otro matón de Dante, sus expresiones se volvieron de miedo. Había pocos que se atrevieran a enfadarlo.
Aliento de Perro dijo el nombre de Dante para asustar a Nataniel Cruz, pero éste permaneció extrañamente tranquilo:
—¿Así que el Dragón de los Nueve Tatuajes te ordenó que vinieras a causar problemas? —preguntó y Aliento de perro miró a Nataniel Cruz con incredulidad. «¡Parece que este tipo no le teme en absoluto!», pensó. ¿Acaso ignoraba la tiranía del Gran Hermano Draco, o simplemente era muy valiente?
Aliento de Perro nunca confesaría que el propio Dragón le había enviado a hacer semejante escena:
—Amigo, ¿no puedes preguntar un poco y averiguar qué tipo de presencia tiene el Gran Hermano Draco aquí en Ciudad Fortaleza? ¡Será mejor que te inclines ante mí ahora mismo, o te haré sufrir de la peor manera posible!
Nataniel Cruz se burló:
—¿No vas a decirlo? Bien, lo arreglaré a mi manera. —Aliento de Perro tuvo un mal presentimiento cuando escuchó las palabras de Nataniel Cruz—. Ibas a romperme la pierna, ¿tengo razón? —preguntó Nataniel Cruz.
Aliento de Perro miró nervioso a Tánatos, que estaba tirado en el suelo, inconsciente y tragó saliva. Efectivamente, le había ordenado a éste que le rompiera la pierna a Nataniel Cruz, y lo último que esperaba era que lo dejara inconsciente de una patada. Pero Nataniel Cruz se limitó a decir:
—Se nota que son todos unos mafiosos. ¿No es el «ojo por ojo» su lema?... Si quieres romperme la pierna, entonces tendría sentido que yo también te rompiera la tuya, ¿no?
Cuando Aliento de perro escuchó eso, inmediatamente le entró un sudor frío:
—Aún no te he golpeado, ¿por qué estás gritando? Pero cumpliré mi promesa. Si he dicho que te voy a romper la pierna, te la voy a romper. —Aliento de perro iba a derrumbarse, y abrió la boca para pedir clemencia, sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, un Land Rover y dos Chevrolet se precipitaron en la escena, haciendo chirriar los neumáticos.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de un grande