Leonor se sacudió para volver a la realidad y entró a toda prisa. Las palabras de Claudio resonaban aún en sus oídos y no quería provocar su ira.
Se quitó la ropa con rapidez y abrió el grifo de la ducha. Un suave chorro de agua caliente recorrió su cuerpo y una nube de niebla espesa la envolvió en poco tiempo. Era bueno poder relajarse por fin en una ducha refrescante.
No fue hasta que Leonor terminó de ducharse que se dio cuenta de que no tenía una muda de ropa. Miró a su alrededor con ansiedad, pero no vio ni rastro de una bata de baño.
«¡Maldita sea! ¿Qué hago ahora?».
Leonor abrió el armario adjunto y vio varias prendas masculinas. Dudó un poco y después tomó una de las camisas y se la puso. El largo era agradable. Era lo suficiente larga como para cubrir su cuerpo, como cualquier otro vestido que tuviera. Pero Leonor se sentía incómoda todavía. No tenía nada más debajo de esa prenda, pero no tenía otra opción. Se dirigió a la puerta y asomó la cabeza para ver si había alguien fuera.
-Hola... ¿Hay alguien ahí? -preguntó en voz baja mientras miraba a izquierda y derecha.
Nadie respondió. Leonor sabía que no podía quedarse en el baño para siempre. Tenía que salir en algún momento.
»Hola... -siguió llamando en voz baja mientras salía con cautela.
Las luces brillaban en la elegante sala de estar, pero parecía que no había nadie. Leonor soltó un suspiro de alivio y dejó de andar de puntillas. Pero se sobresaltó en el mismo momento en que dobló la esquina; Claudio estaba sentado en el sofá y miraba su móvil como una estatua. Leonor casi gritó al verlo. Enseguida se cubrió el pecho con las manos y preguntó enfadada:
«¿Por qué está aquí? ¿Por qué no ha contestado?
—¿Me has llamado? Tengo un nombre, no obstante. No recuerdo haber oído que me llamaras.
Claudio dejó el móvil y levantó la vista con indiferencia. Un ceño enfadado se extendió por las cejas de Leonor mientras miraba al despreciable hombre. Sabía que lo había hecho a propósito. Leonor apretó la mano frente a su pecho mientras intentaba evitar que él viera algo. Pero poco sabía ella, que estaba de pie justo debajo de la luz y Claudio podía ver todo a través de la camisa sin importar lo mucho que ella intentara taparse. Él entrecerró los ojos y una sonrisa se dibujó poco a poco en sus labios.
»Es inútil intentar tapar nada. No es como si nunca hubiera visto tu cuerpo desnudo.
Leonor lo miró con resentimiento. Lo que decía era cierto, pero eso no significaba que pudiera deshonrarla de esa manera. Claudio ignoró por completo el odio en sus ojos. En su lugar, se apartó y le dio una palmadita al asiento vacío que tenía a su lado para indicarle que se acercara.
»Toma asiento.
-Estoy bien, hablaré desde aquí -se negó Leonor; de ninguna manera iba a acercarse a ese hombre.
—No me hagas repetirlo —reiteró Claudio en tono severo y se hizo el silencio.
«Bien. No voy a discutir con un infantil como tú. De todos modos, estamos bajo el mismo techo. ¿Cuál es el problema de sentarse a tu lado?».
Pero Leonor sólo acertó a medias. Claudio podía ser infantil, pero era, sobre todo, un hombre impaciente. Le tendió la mano y la atrajo con fuerza hacia él. Antes de que Leonor recuperara el sentido, ya estaba en sus robustos brazos. Levantó la vista, conmocionada, para encontrarse con su irresistible mirada.
—¡Señor Blandón!
«Debería haberlo sabido. Es Claudio Blandón. No hay nada que no pueda conseguir. Debe de haberme investigado. ¿Pero qué quiere con Miguel? ¿Intenta utilizar a Miguel para llegar a mí?».
El miedo se apoderó del corazón de Leonor y su rostro palideció. Si hubiera sabido que Claudio iba a hacer esto, le habría pedido perdón. No quería involucrar a Miguel de ninguna manera.
-Señor Blandón, no entiendo lo que dice. Siento tener que marcharme —dijo Leonor.
Claudio se rio y su mirada se intensificó.
—Leonor Sandoval, te has duchado en mi casa y hasta te has puesto mi ropa. ¿Te vas, así como así? ¿No investigaste un poco sobre mí antes de aceptar trabajar con Amanda? A estas alturas ya deberías saber qué clase de persona soy.
La Familia Blandón nunca cedía hasta conseguir lo que quería. Leonor sacudió la cabeza con vigor y se mordió los labios con tanta fuerza que empezaron a aparecer marcas en su boca.
-Señor Blandón, lo siento mucho. No debí haber hecho eso. Por favor, perdóneme —suplicó.
-No ha respondido a mi pregunta, Señorita Sandoval. ¿Es Miguel su hijo?
Esa pregunta lo quemaba por dentro desde que se enteró de lo de Miguel. Claudio no la había buscado después de dar a luz a su hijo. Tampoco ella había vuelto a buscarlo después de recibir el dinero. Ambos siguieron su camino, como extraños en la calle. Pero cuando se enteró de que ella tenía otro hijo más o menos de la edad de su hijo, no pudo evitar preguntarse si había algo más.
«Leonor Sandoval, ¿estás poniendo una fachada ¡nocente sólo para engañarme? ¿Te has entregado a otra persona por dinero después de acostarte conmigo? ¿O es Miguel mi hijo?».

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