—¡Sí! —Viendo la situación, la Señorita Hortega se inclinó hacia Adriana y sus hijos para disculparse-. Lo siento, ha sido mi culpa. No debería haber ofendido a alguien como usted.
-Hasta ahora, sigue sin saber en qué se equivocó. -Adriana se dio cuenta de que la Directora tenía un problema muy arraigado-. El Señor Ferrera ha tratado este asunto con justicia porque es un hombre de principios, no porque yo tenga alguna influencia. Solo está adulando a las personas con poder y no tiene ninguna decencia.
-Sí, tiene usted razón.
La Señorita Hortega bajó la cabeza y no se atrevió a pronunciar otra palabra. Adriana se limitó a mirar hacia otro lado y no tuvo más que decir. Para ella, no tenía sentido dar más explicaciones a alguien así.
-Váyase -gruñó Héctor.
—Por favor, tenga piedad, Señor Perrera...
La Señorita Hortega suplicó antes de marcharse con la cabeza abajo. En cuanto a la Señorita Zamora, cuyo rostro ya estaba pálido por la impresión, preguntó:
-Señor Perrera, yo...
—Se le suspenderá durante un mes y se le enviará para que reciba una nueva formación. Una vez que se le hayan inculcado los valores necesarios, podrá volver a su puesto -ordenó Héctor.
—Gracias, gracias. —Al darse cuenta de que se había salvado solo con un regaño, le dio de forma rápida las gracias y se disculpó con los niños—. Roberto, Patricio, Diana, lo siento. No pude protegerlos a todos...
—Señorita Zamora.
Los niños vieron como su maestra se marchaba. Mientras tanto, los guardaespaldas de los Perrera permanecían en la puerta.
-Señora Fresno, ha pasado mucho tiempo. ¿Cómo está?
-preguntó Héctor con un tono muy sincero.
—Bien, muy bien —asintió la señora Fresno—. Es una maravilla que todavía se acuerde de mí.
-Sí me acuerdo. Siempre me he acordado...
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